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Haciendo el amor con nuestro ego

diciembre 30, 2023

A principios de este mes de diciembre mi socio Javier Molinero y yo cerramos, en la BED (Biblioteca Expandida Deslocalizada) del CCCC, un ciclo de activismo bibliotecario que empezó, a título personal en el año 2018 con un primer viaje a Montréal (Canadá), y en forma de proyecto en el 2019 con el montaje de la primera BED en la Marina de Valencia (muchas gracias, Ramón Marrades).

Han sido unos años de actividad intensa. De la BED de la Marina pasamos a la primera fase del proyecto BED en el CCCC (2021-2022), para seguir con el proyecto BED en la biblioteca pública de la pedanía de Beniferri en Valencia (2022), y acabar con la segunda fase y montaje de la BED del CCCC (2023, muchísimas gracias José Luis Pérez Pont).

Al mismo tiempo que trabajábamos sobre la idea de un concreto, de llevar al plano práctico nuestras propuestas teóricas, yo iba avanzando en mi tesis. Con ella pretendía y pretendo dar un respaldo teórico a estas iniciativas prácticas.

Durante el funcionamiento de la BED CCCC pusimos en marcha actividades que explicaban que el acceso al conocimiento no está solo en los libros sino también en las personas. Por eso la BED del CCCC fue siempre una biblioteca sin libros.

Actividades de ilustración por la que han pasado Virginia Lorente, Patricia Bolinches y Ana Collado, actividades de imagen, sonido, luz, y/o audio, coordinadas por Andreu Signes / Marta Negre, Amadeo Moscardó y Manolo Conde, actividades de diseño coordinadas por Javier Molinero o actividades dentro del marco de la BED CONVIDA, en la que invitábamos a una persona cuya característica principal era que tenía un idea concreta que ofrecer a la comunidad. Por esta última actividad pasaron Álvaro de los Ángeles con su editorial La Documental, Diego Obiol y Lidia Caro con el proyecto Festiu y, finalmente, Rafa Cervera con una propuesta de reflexión y aprendizaje a través del movimiento LGTBI en la música Pop.

De la última de las sesiones de Rafa Cervera nace la reflexión que da origen a este post. Rafa Cervera nos habló de las músicas que cuando se cruzaron por su camino le volaron la cabeza. Habló de Siouxie, Debbie Harry y de Patti Smith (nos cerraron el CCCC antes de que pudiera hablar de Lou Reed).

Rafa Cervera nos propuso escuchar R’N’R Nigger, (canción actualmente censurada en spotify) y nos habló de como Patti Smith se abrió paso a codazos en el mundo machista del R’n’R.

Llevo componiendo canciones desde 1989, más o menos, quizás un poco antes, no recuerdo cuál fue la primera canción que escribí. Sí que recuerdo la primera canción que escribí con voluntad firme de ser músico. Se llamaba Patti Smith.

La compuse durante mi estancia Erasmus en Poitiers, en la temporada 93/94. Me inspiró ver a Patti Smith hablando en un programa de la televisión francesa. El verano anterior, visité a un amigo que vivía en París, durante los años siguientes este peregrinaje veraniego se convirtió en un ritual.

Mi amigo vivía en casa de sus padres en la Banlieue de París, en Boussy Saint Antoine. Hace tiempo que no sé de mi amigo. Las adicciones separaron nuestros caminos. Ese verano aún éramos uña y carne y en casa de sus padres mirábamos la televisión al tiempo que nos fumábamos un porro de marihuana de la Martinica, o quizás fuera jamaicana. Fue entonces cuando Patti Smith apareció en la pantalla, hablaba de que no le tenía miedo a la muerte o algo así, y poco después salía saltando sobre un escenario como si cabalgase un caballo desbocado a través de una tormenta.

He puesto la canción al principio de la entrada. La canción Patti Smith es la canción que más veces he tocado en mi vida, desde el 93/94 hasta, más o menos el año 2003/2004, que grabé la última versión, es la que podéis escuchar en el enlace del inicio de le entrada.

Ver a Patti Smith cambió mi forma de ver el R’n’R y me enseñó, desde muy joven a relacionarme con las mujeres en general, y las mujeres del mundo del Rock en particular, de tú a tú. No en vano, durante el tiempo que estuve coordinando la discográfica auto gestionada Malatesta Records, muchas de las propuestas que publicamos eran proyectos liderados o coliderados por mujeres.

La charla de Rafa Cervera no solo me hizo pensar en mi relación con Patti Smith, también me invitó a pensar en David Bowie y en Ziggy Stardust. Ir a la tienda de Discos Amsterdam, comprarle el disco a Juan Vitoria. Pero antes, Ziggy Stardust. La versión de los Bauhaus. Entrar en el coche de un amigo, camino de Espiral, enchufar el radio cassette y no entender que estaba oyendo. No entender como mi cabeza, el puzzle de mi cabeza se descomponía para empezar a reconstruirse desde una perspectiva totalmente diferente a la que estaba condenada a ser de no haber oído esa canción en ese momento. Ziggy Stardust, Bauhaus. Ese día descubrí y me reconcilié con mi yo femenino. Y me sentí francamente bien.

Making love with his ego. Cantaba Ziggy Stardust. Haciendo el amor con su ego. Haciendo el amor con nuestro ego.

No se si llegados a estas alturas de la vida habéis tomado conciencia como yo que gran parte de los problemas a los que nos enfrentamos diariamente surgen de la lucha de egos.

El ego es un elemento muy sensible con el que tenemos lidiar, no solo con el propio, sino también, con el ajeno. Íntimamente relacionado con la autoestima y el reconocimiento.

Las relaciones laborales, las relaciones de pareja, la competitividad creativa, las opiniones sociales y políticas, la investigación universitaria, la gestión cultural, la enseñanza y el aprendizaje, todo tiene que ver con el cuestionamiento o la reafirmación de nuestro ego.

Vemos atacado nuestro ego cuando alguien nos predica desde su púlpito de saber absoluto la verdad inquebrantable sobre los nacionalismos y el concepto nación. Cualquier posicionamiento que no cuente con nuestro visto bueno, o nuestra comprensión, se convierte en una afrenta a nuestro ego. A nuestra autoestima, al reconocimiento de nuestro trabajo.

Hacer el amor a nuestro ego desemboca en la batalla de egos. Una batalla de poder que se asemeja a quien lleva las riendas en una relación sexual, quien domina y quien se deja dominar. Quien gana y quien pierde. Quien se planta y finalmente dice, no, así no, no quiero hacer el amor como tú quieres que hagamos el amor, escucha mi cuerpo, también tiene su propia voz, escucha mis necesidades. Yo también quiero que se escuche mi voz.

Tener una voz. Ganarse el derecho a tener una voz. Conseguir rebajar nuestro ego para que los demás nos escuchen. Entrar en contradicción. Tener miedo de desaparecer si dejamos de creer en nosotros mismos por encima del resto de los mortales. Dejar de ser nuestra propia prioridad. Dejar de hacer el amor a nuestro ego. Escuchar a los demás. Escuchar y darles la voz que pides para ti.

Me gustaría cerrar este periplo de activismo bibliotecario, musical, cultural y social de otra forma, de una forma más optimista y constructiva, pero va a ser difícil dejar de pensar en lo agotador que ha sido durante todo esto tiempo tener que lidiar con tanto ego. Hacer el amor con nuestro ego nos hace perder la perspectiva de cuál es nuestra función última, nos hace confundir un proceso de aprendizaje, personal y colectivo, con un ataque a nuestro amor propio. Hacer el amor con nuestro ego convierte todo problema en una afrenta personal. Si no somos capaces de rebajar nuestro ego para aprender a aprender, para aprender de nuestros errores, para tomar conciencia de nuestras carencias y fallas, de nuestras faltas y necesidades, de nuestras deficiencias, de nuestras insuficiencias, si no somos capaces de dejar de lado nuestro ego, dejar de hacer el amor con él, cómo vamos a educar y propiciar una visión crítica sobre los procesos que nos permita mejorar el sistema existente. ¿Cómo?

El 2024 se presenta como el inicio de un nuevo periplo vital y profesional.

Hace uno días, cené con Javier Molinero, una cena de empresa de dos, y al salir me preguntó: ¿qué pasa ahora con la BED?

La BED ha sido todo lo que tenía que ser, ha mostrado todo lo que tenía que mostrar y ha indicado un camino a seguir, si las personas que deberían haberlo visto no se han enterado ha sido porque estaban haciendo el amor con su ego y frente a esto, amigo, poco podemos hacer nosotros más que esperar a que lleguen al lugar en el que tú y yo estamos.

Tienes mucho ego tú, ¿no?, me respondió Javier.

Ahora, después de 5 años trabajando en la BED (Biblioteca Expandida Deslocalizada), Javier y yo somos expertos en crear proyectos para la transición y renovación de las bibliotecas públicas e iremos a ayudar, gracias a la experiencia práctica adquirida, allí donde nos llamen y requieran de nuestros servicios

César Castells, desaparece aquí.

agosto 4, 2023

César Castells mira por la ventana del despacho que le han dejado en la universidad de Aarhus, una liebre enorme campa a su anchas por el césped siempre mojado por las lluvias intermitentes pero persistentes. Él que viene del trabajo de campo, de teorizar a partir de la experiencia, no puede dejar de sorprenderse al constatar la existencia de la vida del investigador universitario, tan en su burbuja, tan metido en su mundo académico, analizando la realidad desde la irrealidad de una infraestructura creada ajena y alejada del mundo. El mundo a través de los datos, a través de lo que los demás dicen y piensan del mundo. Esto lo piensa César Castells desde la ignorancia, en realidad no tiene ni la más remota idea del funcionamiento de la investigación universitaria, y de alguna manera, él, prefiere que esto continúe así, ya pertenece a demasiados gremios.

Como la mente de César Castells es inquieta, no es un don más bien, a veces, se asemeja más a una maldición, la hiperconciencia puede acabar por ser una condena, por su cabeza, mientras ve la liebre, pasan otras ideas al mismo tiempo, por ejemplo, la idea de la autocensura en la escritura. La liebre salta y corretea líbremente por la hierba, si ha crecido tanto, supone César Castells, es porque por la calle adyacente no pasan muchos coches, la mayoría de los investigadores se desplazan en bicicleta. Ha nacido en un lugar tranquilo, la liebre. En Valencia, no hubiese podido existir. Nos autocensuramos por múltiples razones, la más importante, manejarnos diestramente en las convulsas relaciones personales para mantenernos a flote.

César Castells encerrado en su despacho, viendo la liebre juguetear por la hierba piensa en el método científico. Ese lugar en el que se empoderan los investigadores, donde obtienen la legitimación fundamental para recibir el sello de calidad y veracidad. Si no hubiera método ciéntifico, ¿dónde estaría la verdad? ¿Cómo se podría comprobar que lo que estamos escribiendo es verdad?

César Castells, a pesar de ser ateo, como el mafioso de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, piensa que hay un Dios para los niños, que explica le existencia de los ángeles, y un Dios para los adultos, que explica la del demonio. De la misma manera, hay una literatura para niños, y una literatura para adultos, una literatura que se atreve a explicar el infierno de la rutinaria vida adulta. Sí, sí, la tuya también, tú tampoco te escapas.

Así que, César Castells, para cerrar este viaje, en el amplio sentido de la palabra, ese viaje que empezó en el 2018, tiene que empezar a buscar tiempo y poner en limpio todo el trabajo de campo de los últimos años. Para que crean lo que dice, tiene que explicar que sus ideas surgen de una revisión bibliográfica exhaustiva, sí, pero también de un aprendizaje práctico sobre el terreno, y César Castells no está pensando únicamente en las casi treinta entrevistas que ha realizado a trabajadores y expertos en la biblioteca pública de la red de bibliotecas públicas de Montréal y Aarhus, sino también, y sobre todo, de los casos prácticos que ha puesto en marcha gracias al marco teórico y de reflexión, y a la plasmación de este marco teórico en un concreto práctico, un decálogo para transitar hacia la biblioteca pública del siglo XXI, que dislucidó en su primer artículo. El que escribió en el año 2020, poco después de empezar con la tesis.

César Castells sale del despacho y sube a por una taza de café. En esta universidad, desierta, debido a que en julio los investigadores, salvo algunas excepciones, huyen de aquí, se van de vacaciones, el café, además, es gratis. A escondidas se bebe un botecito de leche, le trae recuerdos de infancia, en Suiza, Lausanne, pero eso es otra historia, mientras el café gratis llena su taza.

El agua caliente cae y César Castells piensa que quizás la autocensura sea una manera de acotar el infierno en nuestra vida real, una estrategia para ahuyentar los malos espíritus. Pero lo cierto es que cuando entramos en una zona de turbulencias vitales es difícil girar la vista hacia otro lado y pensar que todo va bien. Porque todo no va bien. Y aquí llega la cuestión más importante en la autocensura, cómo vamos a describir nuestro dolor sin describir el dolor del “otro” y así ampliar ese dolor. Cualquiera de vosotros, sí, tú o tú, ¿serías capaces de decir lo que decís en privado si supieseis que una cámara os está grabando y que poco después, al subir la grabación a las redes, cualquier podría conocer vuestro verdadero yo?

En su primer artículo, César Castell, Claves para la transición de la biblioteca pública actual, decidió encontrar respuestas a las cuestiones que habían quedado en el aire durante la puesta en práctica del primer concreto de la biblioteca del siglo XXI en La Marina de València. De este primer prototipo, que se puso en marcha junto a un grupo aguerrido de Bibliotecàries Salvatges, en el año 2019, de esta experiencia práctica, César Castells sacó una serie de conclusiones que le sirvieron de punto de partida para escribir su anteriormente mencionado primer artículo: el mundo de la biblioteca pública necesitaba un instrumento para identificarse como tal en el siglo XXI, una barra de medir y un lugar donde poder mirarse para saber cómo transitar hacia el futuro.

Ese primer artículo fue un primer intento, un bruto, de asir la realidad, de apostar por una vía de investigación, que fuese consolidando su metodología conforme el propio investigador, César Castells, adquiriese más experiencia y conocimiento.

César Castells baja con el café en la mano, en el pasillo donde está su despacho hay una mesa donde todas las mañanas dejan una caja con fruta ecológica. Él que va siempre con una manzana encima, el doctor en casa, coge una pera y se la come. Las drogas, el sexo, la violencia, el posicionamiento político, ahí, es verdad, puede residir la autocensura. Si una pareja folla en la intimidad, si él penetra a su pareja, ella abierta de piernas en medio del sofá, es una acto privado y por lo tanto no es susceptible de censura, pero filmar o describir este acto será, según su nivel de explicitad, calificado de erótico o pornográfico. Por lo tanto la exposición pública es el origen de la censura. Censuramos aquello que nos agrede. Nos autocensuramos para no agredir a los demás, y para que los demás no nos agredan, nos juzguen, encasillen y tengan localizados nuestros pensamientos, nuestra forma de ser y nuestro ideario. Si alguna vez te has sentido clasificado, insultado, ninguneado o descalificado, es porque tu exposición pública ha tenido un efecto contrario al que seguramente habías deseado.

César Castells tira la pera a la papelera, nunca hubiera pensado que en estos países escandinavos fuera tan sencillo encontrar fruta y verdura fresca y con tanto sabor. Al abrir la puerta de su despacho piensa en que no hay mayor censura que la que nos imponemos cuando queremos escribir sobre nuestros propios problemas sentimentales, una vez más, cuando queremos escribir sobre nuestro propio dolor, sobre nuestra relación con las personas con las que tenemos un vínculo emocional, es cuando se cierne sobre nosotros la autocensura porque sabemos que, lo queramos o no, aunque nosotros expongamos nuestra propia visión, ellas tendrán la suya propia, y esa visión y percepción de la realidad, que es tan legítima como la nuestra, quedará silenciada por que nunca será escrita. No podemos aprovecharnos de la indefensión literaria del sujeto que por convivir con nosotros es origen de nuestro dolor, porque nosotros somos el origen del suyo, piensa César Castells.

En la desértica Universidad de Aarhus César Castells pone orden a las entrevistas que ha hecho. Ha sido un viaje muy productivo. Un viaje que le ha permitido tener una visión concreta del funcionamiento interno, del área de gestión de una biblioteca del siglo XXI que ha realizado la transición.

Hay varias cuestiones que han sido reveladoras en este viaje. La primera fue una pura cuestión de organización del espacio de trabajo del equipo de la biblioteca Dokk1: una gran sala llena de mesas, sin cubículos, todo abierto, con múltiples lugares que facilitan el diálogo, la reunión, la charla, el cotejo de ideas, el trabajo en grupo y el libre flujo de la información.

En este tipo de instituciones se percibe como un valor añadido que todos los trabajadores/as puedan tener acceso a todo lo que está pasando en la “casa”.

La liebre corre libre hacia el estanque de los patos, uno que no hay muy lejos de la entrada al centro de estudios donde está el despacho de César Castells. Un lugar idílico, el césped es verde, un poco más allá está la biblioteca universitaria. César Castells está aquí por que una amiga investigadora le facilitó el contacto para que la Universidad de Aarhus le invitara. Ella ha sido también la que le ha recomendado que visite la biblioteca universitaria. Cosa que ha hecho, como otros muchos consejos que ella le ha dado para disfrutar de la ciudad.

La autocensura y César Castells. Hablar de las relaciones sentimentales, hablar de nuestros vínculos emocionales, entrar en el terreno del dolor, de la incerteza, de las consecuencias de hacer público aquello que pertenece al ámbito de lo privado.

A César Castells le ha costado mucho tiempo entender que hay cosas underground que nunca deberían intentar ser mainstream, hay cuestiones que deben permanecer en el infierno y que son difícilmente explicables fuera de una marco de privacidad. Lo institucional no puede ni debe ser underground porque a diferencia de lo institucional, lo undeground no puede ni debe respetar aquello que es sagrado. Sin embargo, César Castells vive con un pie en cada espacio.

César Castells es un puente, un vaso comunicante entre dos espacios condenados a ser la cara y la cruz de una misma moneda.

César Castells, al pensar en esta situación, se le aparece la imagen del sol en constante combustión, el underground es como el hidrógeno para el sol, una vez que su fusión se detenga, el sol colapsará. Lo políticamente correcto de lo institucional necesita de la incorrección del underground para no colapsar. La potencia del mundo occidental estriba en ese difícil equilibrio entre la hegemonía de la ley y su propia transgresión.

A César Castells se le acaba el tiempo en Aarhus. Finalmente tiene que devolver la tarjeta que le permitía acceder al área de café gratis de la universidad, y la tarjeta de Dokk1 con la que podía entrar en el área de trabajo.

Ha sido una estancia muy valiosa. Un cierre a la altura de las expectativas de la investigación que inició en el año 2019.

Llaman a la puerta del “despacho de César Castells”, es su amiga investigadora, experta en Innovación Social. César le comenta su experiencia en Dokk1, las entrevistas que ha hecho, también las visitas que ha realizado a bibliotecas más pequeñas de la red de bibliotecas de la ciudad, como por ejemplo la de de Tranbjerg o la de Risskov

César Castells pensó que era importante realizar estas visitas cuando al entrevistar a Britta, la team leader del departamento de adultos de Dokk1, ésta le explicó que la predisposicón profesional al cambio del concepto de la biblioteca pública hoy no era una cuestión exclusiva de Dokk1, hay una voluntad de transformación en todas las bibliotecas públicas de Aarhus y de Dinamarca, contestó Britta, de la más grande a la más pequeña.

A César Castells le costó encontrar la biblioteca pública de Tranbjerg. El Google maps le llevó hasta un pequeño centro comercial, dio la vuelta al edificio en busca de alguna construcción que se asemejara a una biblioteca pero al no ver nada decidió preguntar. Un hombre que debía haber sufrido un ictus intentaba subir con su motomóvil a un espacio ajardinado. El hombre hizo una señal, bibliotek, por allí. Era la entrada trasera al centro comercial.

Al preguntarle por esta peculiaridad a la bibliotecaria, Kristine, ella le explicó que estaba muy contenta de que la biblioteca estuviese en el centro de las actividades cotidianas de la comunidad, que así, ir a la biblioteca se había convertido en parte de sus rutinas. Tanto era así que Kristine comentó que a veces la biblioteca estaba abierta aún sin tener personal para atenderla, no hacía falta, la propia comunidad cuidada, limpiaba y ordenaba la biblioteca cuando esto sucedía.

Esta entrevista con Kristine le hizo pensar a César Castells en la primera entrevista que tuvo con Randi en el Dokk1, en el GreenSpace, espacio que persigue la consecución de los objetivos de la agenda 2030, otro de los pilares de acción de la biblioteca pública de Aarhus. Randi le comentó que el centro de la biblioteca es la comunidad, y que para poner de relieve este concepto deberemos dejar en términos de índices de lectura. Ella trabaja especialmente con personas que tienen dificultades para acceder al saber a través de la lectura. Bingo. Un proceso de aprendizaje en una sociedad tan diversa no puede hoy en día estar basada únicamente en la lectura. La revolución de las bibliotecas es también la revolución en los métodos de aprendizaje, cada alumno necesita encontrar el método que mejor se adapte a sus capacidades y necesidades intelectuales, hacer, moverse, contemplar, reflexionar, son aptitudes importantes para aprender según qué cosas, las lectura, la escritura, la lectura son también importantes pero hemos de saber que si nos obcecamos en un solo camino estamos discriminando al resto de la gente que no se siente identificado con este método de aprendizaje. Aprender haciendo, aprender jugando, aprender compartiendo, hablando, construyendo colectivamente, comenta Randi, ese creo que es el futuro de las bibliotecas, por no hablar de la cuestión del mundo de la ciencia, entender la biología, la física, las matemáticas etc. Queda atrás esa visión bibliotecaria centrada en las humanidades, la biblioteca pública del siglo XXI debe explotar y abarcar en su práctica el amplio abanico que abarca el saber, de arriba a abajo y de derecha a izquierda.

César Castells, cada vez que escribe en abierto sobre sus experiencias, sabe que su opiniones, su visión de la vida, incluso su forma de escribir, tendrá consecuencias, en el futuro de su propia vida. César Castells puede entender que este puede ser un buen motivo para la autocensura. Escribir en abierto puede facilitar demasiada información a personas que hagan un mal uso de ésta. Por eso escribir, para César Castells es un acto de fé. Un acto medido de valentía. Si te pasas de frenada, te quedas con el culo al aire.

Escribimos nuestro futuro cuando escribimos en abierto. Escribimos nuestro final cuando escribimos tal y como pensamos, cuando confundimos lo institucional con el underground, en un mundo donde lo institucional juzga y condena y lo underground no hace prisioneros.

César Castells es un vaso comunicante, no es el único, hay más gente mirando directamente al sol, extrayendo información del underground para alimentar el perpetuo movimiento y evolución de lo institucional. Llaneras solitarias, que saltándose las leyes de la jerarquía deciden encontrar por su cuenta y riesgo la verdad, su propia verdad, a costa de su bolsillo, eso sí, sin billetes de avión, ni dietas pagadas. Estar en el underground bibliotecario tiene un precio. Ser un investigador independiente también. Ser un escritor independiente es ser un kamikaze.

César Castells sale de su despacho, esta reflexión le ha llevado a salir de su despacho. Como ha hecho otros días. Camina hacia el centro de la ciudad para despejarse. Llega al cruce de la calle Mejlgade con Sanky Olufs Gade. En el chaflán está le Bar-Tabak Ris Ras Filliongongong. Pide una cerveza grande Ris Ras, sale a la terraza, abre el libro de Bret Easton Ellis, Less than zero, y bebe y lee, bebe y lee. Bebe y lee.

César Castells, ahora, está en su despacho, aún no se ha ido a beberse la cerveza infinita al Ris Ras, aún está manteniendo una conversación con su amiga Investigadora. Su relación profesional con ella ha sido muy sucinta pero al mismo tiempo muy sustanciosa, digamos que, de alguna manera, hablar con ella le ha servido para poner orden en todo lo que estaba aprendiendo con las entrevistas que realizaba. César Castells le dice, mira, acaba de pasar una liebre, ella responde, sí, hay muchas, aquí son las amas, son grandes, comenta César Castells, enormes, responde ella, aquí no tienen predadores, y los investigadores solemos venir a trabajar en bicicleta, casi no pasan coches por esa calle y los patos, ya sabes, comen algas, o peces, no sé.

¿Has probado las peras que han dejado en el pasillo?, le pregunta su amiga, sí, están buenísimas, contesta César Castells, pues todos los días dejan algo de fruta, explica ella, fruta ecológica, y, a quién más has entrevistado, pues, contesta César Castells, entrevisté a Annette, de la biblioteca de Risskov, una pequeña biblioteca a las afueras de Aarhus donde han puesto en marcha un huerto colectivo. Qué interesante, comenta ella, sí, la verdad es que ha sido una entrevista de lo más provechosa, la bibliotecaria es especialista en trabajar con la juventud y ha conseguido que los jóvenes del barrio se implicaran en la construcción del huerto. Ella también me ha hablado del cambio de mentalidad que se produjo en el gremio bibliotecario a partir de, más o menos, el año 2010, a partir de ese año, los cargos superiores de las instituciones bibliotecarias recomendaban encarecidamente que las bibliotecarias asistieran a congresos y participaran en talleres donde se debatiera sobre el futuro de la biblioteca pública, y que, además, empezasen a pensar en la biblioteca como un lugar donde crear comunidad, que cuidara, en un amplio sentido de la palabra, de la comunidad y donde se empezase a trabajar con ella de tú a tú, y no de arriba a abajo, donde se les diera voz y poder de decisión. Esto es muy interesante, comenta la amiga de César Castells, y tanto, responde César Castells, aquí está la clave de todo el asunto, tenemos por un lado unos superiores, bibliotecarios profesionales, que, aún no se sabe exactamente por qué, hacia finales de los noventa, empiezan a viajar por el mundo y a visitar todo tipo de instituciones que trabajan con la comunidad. A partir de estos viajes concluyen que para que la biblioteca pública siga ocupando el lugar que le pertence van a tener que abrir sus mentes y pensar de una forma diferente a como lo hacían hasta la fecha. Estos superiores, bibliotecarios profesionales e institucionales, fueron dos visionarios que trabajaban en la antigua biblioteca pública de Aarhus, Kunt y Ralph, a los que acompañará un poco más tarde, Marie, la actual directora de Dokk1. Dos profesionales, visionarios y conocedores de los cambios a los que aspira la ciudad de Aarhus, que consiguen convencer a los políticos de lo importante que será para la proyección cultural, social e internacional de la ciudad tener una biblioteca pública tercer lugar, del siglo XXI, en el puerto, un eje neurálgico del futuro de la ciudad. Es aquí, le comenta César Castells a su amiga, donde empiezan a tomar forma las tres patas del cambio, y desde donde se puede entender que se produzca el cambio: lo político, lo profesional y la comunidad. En el caso de Aarhus se produjo la combinación perfecta, dos bibliotecarios visionarios, unos políticos receptivos y sensibles a la importancia de la existencia de la biblioteca pública en el futuro, y por último, pero no menos importante, una comunidad participativa dispuesta a defender la biblioteca, sea cual sea la definición que acabe enmarcándola, como un espacio público, gratuito, democrático y de acceso universal al conocimiento y a la creación colectiva.

Si César Castells no se censurase tendría que hablar abiertamente de su dolor, del dolor que le está produciendo su separación. De ese estar siempre marchando a contrapie, desacompasado, fuera de foco, fuera de juego, de lugar, en el espacio y el tiempo equivocado, buceando por un líquido inhóspito, reteniendo la respiración. César Castells está de nuevo en el Ris Ras, ha pedido otra cerveza y piensa que sin duda, se encuentra en una posición muy vulnerable, un lugar donde cualquier cosa, cualquier imprevisto, lo puede romper para siempre.

César Castells piensa en las voces actuales que oímos, y piensa en esas corrientes marinas que juntas consiguen la suficiente fuerza como para convertirse en una voz colectiva, y piensa, como es normal, en todos aquellos que se quedan fuera. Piensa en si realmente somos capaces de analizar lo que nos está pasando desde una perspectiva justa y subjetiva, o si por el contrario, no somos más que millones de ideas chillando y exponiendo nuestro propio interés y fracaso.

César Castells tiene dos opciones, o bien pensar que nunca tuvo suerte a la hora de buscar pareja, o bien, que tal y como pasa en el mundo de las bibliotecas, el mundo de las parejas están viviendo su propia transición hacia un nuevo paradigma.

Todos, piensa César Castells, sabemos, en nuestro foro interno, cuando una relación llega a su fin, cuando se apaga la llama de la atracción, ese fuego incondicional. Todos hemos acabado por comprender que tras ese fuego, lo que queda no es más que un contrato, un acuerdo, un compromiso que ya poco tiene que ver con el amor pasional y mucho con la estabilidad, el respeto, la admiración y la proyección de futuro. Un amor evolucionado, más cercano del cariño y del cuidado,del respeto… Cuidado que el underground está a punto de entrar en erupción.

Sí, se reafirma César Castells en sus pensamientos, pero, ¿qué pasa con el sexo? César Castells parece hacerle esta pregunta al dueño del Ris Ras y a su perro, un dueño que llega descalzo a su negocio, que se asemeja más a un pirata que a un tabernero, acompañado de un perro, un Haski. El perro se quiere sentar en la mesa donde está su amo y no para hasta que lo consigue. Una vez sentado, el camarero le saca un plato de comida. Es el perro del dueño, se nota.

César Castells saca su móvil y hace una foto. Lo underground no debería jamás formar parte de lo mainstream, piensa César Castells, el dueño del bar se le acerca y le pregunta, ¿qué piensas hacer con esa foto?, nada, responde César, es para mi uso personal, entonces está bien, responde el hombre, el haski a sus pies, lo sigue a todas partes. El sexo, piensa César Castells, se convierte en el underground de las parejas estables, hay que mantenerlo vivo aún a costa de morir de sobredosis de viagra.

La amiga de César Castells se despide y vuelve a su despacho. César Castells le da las gracias por todos los consejos e indicaciones que le ha dado. Ella ahora tiene que prepararlo todo para volver a España. Volver tras cuatro años viviendo en Aarhus junto a su pareja. Vas a necesitar mucha calma y fuerza y paciencia para acoplarte de nuevo a España, le comenta César Castells, así es, responde ella, si te pasas por Valencia estáis invitados a una paella, te ayudará a reinsertarte en tu país… Te tomo la palabra, responde ella. Así espero que sea, dice César Castells.

César Castells, mientras recoge sus cosas, sigue reflexionando en todo lo que ha aprendido en las últimas semanas gracias a las entrevistas que ha realizado: trabajar en equipo, por proyectos, realizar reuniones mensuales entre personas del mismo departamento, reuniones bimensuales entre bibliotecarias de la red de bibliotecas públicas de la ciudad de Aarhus y la “biblioteca pública central” DoKK1, movilidad laboral espacial, la gente que trabaja en las bibliotecas de la ciudad de Aarhus puede ir a DOkk1 o alguna de las otras bibliotecas de la red y viceversa si el proyecto lo requiere. Utilización del puro sentido común. Puesta en común, sin jerarquías, de ideas, ser abiertos de mentes, invitar a la reflexión, a la crítica, estar abiertos a fracasar en los proyectos para después extraer conclusiones para mejorarlos, “en esta biblioteca decía Astrid en su entrevista, nos está permitido probar cosas y fallar, hay una voluntad de que nos sintamos libres en el trabajo, una predisposición a que todo pueda suceder, ese respaldo por parte de tus superiores, que en realidad no son superiores sino más bien iguales que trabajan contigo por el bien de Dokk1, es todo un privilegio, un reto, una forma de trabajar que te hace sentir como parte de algo más grande, de un proyecto mayor que tú, pero que al mismo tiempo te vincula con él como si fuese propio, por que, al dejarte participar, al no estar guiado, al sentir que tu voz es escuchada sientes que estás construyendo algo importante para la sociedad”. César Castells, no es la primera vez que le pasa al realizar las entrevistas, tiene ganas de llorar, escuchar estas palabras, saber que existe un lugar al que llegar, saber que está siguiendo el camino correcto, que está siguiendo el camino de la verdad, el camino de la libertad, ese camino que como una liebre en un campus universitario conseguirá transformar la biblioteca del siglo XXI en una institución empoderada, una institución que será como un faro de verdadera libertad en un mundo salvaje e inmisericorde obsesionado con el comercio y la rentabilidad empresarial.

César Castells es un vaso comunicante. En Montréal pasa una noche de locura en el Ritz Café viendo a APTBS, y en Aarhus se hace amigo del dueño del Ris Ras. Venir de la nada. César Castells no puede dejar de pensar que viene de la nada. Que no tiene ni historia, ni cv, ni aspiraciones políticas, universitarias o literarias. Navega entre mundos que le parecen tan incompatibles como dependientes el uno del otro. Y por allí se mueve con comodidad siempre y cuando tenga algo que contar. Lo institucional sin irreverencia se convierte en dictadura, en fascismo, la izquierda no se libra de esta condena. Si el imperio de la ley fuese absoluto e invariable, seríamos robots, los tiempos cambian y las leyes empujadas por nuevos comportamientos sociales se han de adaptar. Lentamente, eso sí, el cambio en los comportamientos de las personas, como el crecimiento de las plantas, es lento. La ley del uso y la costumbre. Las bibliotecas, las relaciones de pareja, el modo en que nos relaciones con el entorno ha de cambiar, hemos de ser más sinceros con nosotros mismos, conocernos mejor, ser más conscientes de nuestras limitaciones, dejar de culpar al otro de nuestros problemas, pensar en que si algo está en nuestra mano es precisamente eso, nuestros propios problemas.

César Castells salió de casa rumbo a Montréal el verano del 2018 sin saber qué era lo que se iba a encontrar. Sin saber que aquello era el inicio de una gran aventura, de una gran cambio personal, profesional y vital. Y gracias a ese primer paso, César Castells está hoy aquí, en un autobús, dirección a Copenhaguen, con la sensación de tener toda la información que necesita para hacer una buena tesis. Atrás han quedado la red de bibliotecas de la ciudad de Montréal, Dokk1, su despacho en la Universidad de Aarhus.

Por el camino ha perdido su puesto de trabajo en la biblioteca pública de Valencia (al pedir una excedencia el trabajador pierde su plaza por mucho que se pague la autoformación profesional) y su pareja, que ahora es su amiga y con la que sigue viajando junto a sus hijos, con la esperanza de que sus hijos vivan el golpe de la separación siendo conscientes de que entre ellos existió algo tan importante como para que nacieran, y que harán todo lo posible por mantener la esencia de este vinculo de convivencia, aunque sea algunas semanas al año, aunque sea a costa de una fuerte perturbación sentimental. Al mismo tiempo César Castells se he encontrado con otras personas y proyectos que le han ayudado a avistar en el horizonte un halo de esperanza, profesional y sentimental. De las grietas vitales, mientras no se conviertan en desfiladeros, pueden surgir nuevos mundos, bosques y océanos.

César Castells desea que este viaje sea más un hasta luego que un adiós, por eso, recordando las horas y horas que dedicó al teatro, todo ese tiempo que utilizó para formarse como dramaturgo asistiendo a las clases de Paco Zarzoso, le gustaría despedirse con una anaganórisis final, que a continuación os presenta:

Ris Ras, Ris Ras, cerveza en el bar.

La liebre, grande, bien nutrida y de largas patas, recorre en llamas la biblioteca de Aarhus, Dokk1, toma a cada paso la información necesaria para definir como tal la biblioteca del siglo XXI, desde un punto de vista científico.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

Bajo el yugo del método científico César Castells danza al son de los cabellos ensortijados de la liebre en llamas, que determinado atrapa y amarra a un potro y, finalmente, la destripa.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

César Castells Lee en las vísceras de la liebre el futuro de las bibliotecas públicas, y el suyo propio, él se ha convertido en el loco de las bibliotecas, las bibliotecas se han convertido en espacios pertenecientes a la comunidad, y, para justificar estas ideas esotéricas, César Castells cita, bajo la norma de cita bibliográfica estilo Chicago, una retahíla de referencias bibliográficas que no harán más que verificar lo que que él viene diciendo desde el año 2018.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

La liebre en llamas y eviscerada reemprende el camino del centro de estudios universitarios de Aarhus donde se reencontrará con los patos que comen algas o peces, quizás junto a ellos decidan crear el ejercito de la custodia del saber en la biblioteca universitaria que corona el lago donde viven los patos pero para César Castells esta nueva misión llegará tarde, le pillará cansado, con el sentimiento claro de lo que ese ejército quiere hacer ahora es lo que deberían haber empezado a hacer cuando él dijo que había que empezar, y no ahora, que han pasado cinco años ya y ha ganado la extrema derecha en Valencia.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

Así que César Castells, la enorme liebre eviscerada y las bibliotecas públicas del siglo XXI, se van a tomar un a descanso merecido, aunque el sol colapse por la falta de combustión del hidrógeno, porque en la vida todos podemos pecar de ignorancia pero la arrogancia, no tiene perdón.

¡César Castells vota MUJER!

julio 21, 2023

Como sabéis, César Castells no podrá votar el domingo 23, por eso os pidió que votarais por él, ahora además os pide que votéis MUJER. Él piensa que ha llegado el momento y que no hay mensaje más claro para frenar la debacle y desde donde construir la resistencia, no solo en España sino en el mundo, que votar MUJER.

César Castells piensa en esto al salir de su casa en el barrio de Rosenhoj. No ve otra solución para dar esperanza a la gente que le rodea. Para combatir ese halo de odio y oscuridad que parece envolver el futuro de la humanidad.

Son las 8h55, César Castells camina por la calle, llegará a tiempo para coger el tren de las 9h. Desde las 5h de la mañana es de día en Aarhus, los días son mucho más largos aquí, se hace de noche a las 22h.

Hoy tiene su primera entrevista, a las 9h30, en Dokk1, con Randi, una mediadora de la biblioteca cuyo trabajo se fundamenta en llevar a cabo proyectos en defensa de la democracia. Pequeños proyectos mediante los cuales se pretende enseñar a las personas a debatir y argumentar.

César Castells que estaba deprimido porque no iba a poder votar, se ha ido animando al ver que la gente se está movilizando, que se ha dado cuenta de que no nos podemos quedar de brazos cruzados, no nos podemos quedar paradas, está en juego algo más profundo que nuestra propia realización personal y profesional: que podamos existir.

También está contento porque, desde que empezó con este proyecto para identificar las herramientas que permitan y faciliten la transformación bibliotecaria, tiene la sensación que la suerte le acompaña. La suerte de encontrar a las personas adecuadas para llevar su trabajo de investigación de campo de la mejor manera posible. En esta ocasión quien le ha facilitado el trabajo y le ha confeccionado un programa de entrevistas intensivo ha sido Britta, la responsable del departamento de adultos de Dokk1.

Esta es una parte del área de trabajo de Dokk1

Britta, además de confeccionarle el programa de entrevistas, ha explicado a César Castells que en Dokk1 trabajan unas 80 personas, que abren todos los días de 8h a 22h y los sábados y domingos de 10h a 16h.

César Castells, conforme va haciendo entrevistas va cargándose de energía. Las entrevistas, la información que recibe al realizarlas son oro puro.

Una de las cuestiones más interesantes que ha surgido ha sido la siguiente. César Castells le ha preguntado a Britta: ¿por qué crees que un proyecto como Dokk1 se pone en marcha? Y ella responde: por la cabezonería de dos bibliotecarios visionarios: Ralph y Knut. Dos bibliotecarios viajeros, curiosos y con ganas de estar al tanto del signo de los tiempos, que lograron convencer a los políticos de la importancia de construir una nueva biblioteca en el puerto de Aarhus. Estaban seguros de que si buscaban, encontrarían la manera de que la biblioteca pública fuera un lugar de referencia para la comunidad en el sentido más amplio posible. A ellos se les sumó Marie, la que hoy en día es directora de Dokk1, quien, cuando se jubilaron, tomó el relevo.

César Castells piensa en los hombres que pasan el testigo a las mujeres. En las mujeres que aceptan el reto y convierten un espacio desubicado en un espacio de referencia del pensamiento crítico. En un espacio que genera, en medio de tanto odio y ofuscación, una alternativa, un lugar concreto desde donde reconstruir, compartir, aprender y crear comunidad.

Nosotras, parece decir César Castells en a foto, estamos allí, pero si VOTAMOS MUJER, pronto estaremos allá, cerca del puerto, donde está Dokk1, no lo dudéis, VOTAD MUJER, ¡el signo de los tiempos clama que VOTEMOS MUJER!

Votad por César Castells, ¡por favor!, ¡votad!, ¡votad!, ¡votad!, ¡VOTAD, MALDITOS!

julio 13, 2023

Antes de salir de Valencia César Castells miró todos los días su buzón. Los plazos burocráticos le impedían apuntarse a la lista de votantes desde el extranjero del consulado de Copenhague (la fecha límite era el 24 de junio, él llegaba a Aarhus el 5 de julio) y al mismo tiempo le obligaban a pedir el voto por correo desde una residencia en España aún sabiendo que solo tenía los días 3 y 4 para poder recibirlo (el 5 de julio partía para Aarhus).

Ni el 3 ni el 4 llegaron sus votos a su casa, a pesar de haber especificado su partida a partir del 5 en el documento que rellenó.

César Castells mantuvo la esperanza hasta el final, pero el 5 de julio las papeletas con los votos no habían llegado a su casa.

Votad por César Castells, alguno o alguna de esas votantes progresistas, desencantadas/os que no pensaban votar, haced un esfuerzo y votad por él, si no queréis votar por vosotros, votad por él. Luego le podéis enviar un mensaje privado, César Castells, he votado por ti, y él os invitará a una cerveza, os dará las gracias infinitamente y así no perderá su voz.

Votad por César Castells, ¡Malditos!

César Castells al estar en esta situación piensa en todos los César Castells que habrá en el mundo. Potenciales votantes que quieren cambiar el signo de los resultados de la votaciones en España pero que no pueden votar. Piensa en ellos y en ese 40% de personas que no votan.

Son muchas personas las que no votan, piensa César Castells, el 40% del total de los/as votantes, es mucha gente, en números podríamos decir que son unos 8 millones de personas que no votan.

César Castells sale de su casa en Aarhus, como sabéis ha venido a salvar las bibliotecas públicas de la ciudad de València, llega hasta la parada de tren y piensa en esto, en la cantidad de gente que no vota y en que no votar tiene el efecto contrario al deseado, el de legitimar la realidad imperante, en lugar de evidenciar un descontento lacerante. Al lado de él se sienta una mujer con su hijo. El niño debe tener algun tipo de enfermedad nerviosa porque no para de moverse y expresarse con sonidos.

La mujer, cuando el niño grita para expresar algo que no se sabe muy bien lo que es, le habla con una dulzura extrema, tranquilizando en la medida de lo posible al niño con la voz.

Suben al metro César Castells, la mujer y el niño. El niño se sienta al lado de la ventana. El niño no dice nada en todo el viaje, el tren lo calma, el paso de la vida a través de la ventana del tren lo calma. A lo mejor por eso coge el tren la madre, piensa César Castells, para que el niño tenga una lugar donde reposar la mente.

César Castells, mientras, lee Less than zero, está en modo Bret Easton Ellis desde que leyó Destrozos y Blanco, y en cuanto se ha sacado el carnet de usuario visitante de la biblioteca Dokk1 de Aarhus ha ido directo a la sección de literatura en inglés y ha cogido el único libro que había del autor. Se lo leyó hace mucho tiempo pero, como tiene que hacer las entrevistas en inglés, le viene bien refrescar el idioma leyendo a alguien que le apasiona para desengrasar.

César Castells está tan enganchado a Bret Easton Ellis porque da una explicación lúcida y peculiar, en su libro Blanco, del fracaso reciente del proyecto progresista de futuro, justo cuando se tenía la sensación de que el partido estaba ganado. Porque quién hubiese pensado jamás que los EEUU iban a tener a un presidente Negro o que España iban a poder gobernar por fin en coalición los que perdieron la guerra civil, todos y cada uno de los perdedores.

César Castells suspira y sube las escalinatas que dan a la entrada de la biblioteca pública de Aarhus, Dokk1, una ciudad de 366.000 habitantes con una biblioteca que parece una descomunal arca de Noé del saber, una declaración de intenciones, hay ciudades que hubiesen puesto un centro comercial o un destructor o un transatlántico o un edifico de 200, 300, 500, 1000 metros de altura pero, esta ciudad relativamente pequeña, ha decidido poner una megabiblioteca en su puerto, de como máximo cinco o seis alturas, como tarjeta de presentación al mundo, y ahí es donde suspirando y reflexionando sobre la compleja situación política actual se dispone a entrar César Castells.

Ha habido un imprevisto efecto rebote, piensa César Castells, al dirigirse al baño, César Castells ha de tener controlada la ubicación de los baños, a pesar de su no tan avanzada edad, tiene la próstata sensible, o irritada. Un imprevisto efecto rebote que ha dejado a los progresistas descolocados y con el culo al aire, vendidos ante una casi improbable remontada.

No es la primera vez que le pasa a la humanidad, piensa César Castells mientras va hacia el segundo piso, hoy tiene su primera reunión, una entrevista con una de las mediadoras de la biblioteca, pasamos de la revolución obrera de principios de siglo a la revolución nacional sindicalista de la Segunda Guerra Mundial casi sin pestañear. Con los conocidos resultados de esta contienda. ¿Podría hoy en día pasar lo mismo?. se pregunta César Castells, volvamos a Bret Easton Ellis, concluye.

Bret Easton Ellis y las expectativas, rebajar las expectativas, piensa César Castells, toda la vida pensando que el PP es satán y ahora ¡HAY ALGO PEOR! Y ese ha sido el error del progresismo, inflar las expectativas, dar por sentado que el radicalismo ultraderechista humano no se atrevería a bajar bajar más peldaños después de Hiroshima, que había un límite que no iba a ser capaz de atravesar, que no iba a atreverse a volver a bajar los intocables peldaños sagrados de la destrucción de la humanidad y el sistema por la vía de los innombrables hornos de Auschwitz. Pero lo cierto es que se han atrevido, y ante esta bajada al infierno de la derecha, hemos perdido lo que siempre nos ha hecho realmente superiores a los conservadores: el sentido del humor. El saber reírnos de lo más sagrado. En cuanto el progresismo entró en el territorio de lo dogmático, de lo intocable, de lo sagrado, perdió la legitimidad y la gracia. Y en esto, Bret Eston Ellis tiene toda la razón.

César Castells no puede evitar sonreír al pensar que aunque parecía improbable, nos hemos vuelto a reencontrar con el hombre de las cavernas y que en vez de reírnos de él nos lo hemos tomado en serio. Comportándonos así, piensa César Castells, instalándonos en el dogma inquebrantable, hemos dado alas a ese ser cavernícola que ante el inminente fin de una era se aferra a las 3 únicas verdades que no dan de comer pero sí cobijo: blanco, católico y nacional. Y, además, en su letanía incendiaria y elemental, paradójicamente, se ríe de nosotros.

Ay, César Castells, con las expectativas que tenías puestas en el futuro de la humanidad, todo esa labor de investigación que estás haciendo sobre las bibliotecas del siglo XXI, y justo ahora que subes al segundo piso de ese arca del Noé del saber que los nórdicos, que antes no eran más que unos salvajes, que antes eran vikingos, han sabido hacer, justo ahora te das cuenta que la realidad te ha dejado fuera de juego adelantándote por la ultraderecha.

Entonces, ¿para qué?, César Castells, ¿para qué pides que alguien vote por ti?, porque amig@s, en algún país, debe existir la esperanza, por muy pequeña que sea, de frenar a la ultraderecha, debe quedar algún país desde el que se pueda reconstuir la resistencia y sobre todo un país donde podamos reírnos de él [el fascismo] pero más aún de nosotres mismes. Así que, por favor, votad, votad, votad, ¡VOTAD!, ¡MALDITOS!

Y si no votáis por César Catells, al menos votad por este:

Bret Easton Ellis os saluda. En las elecciones de los EE.UU que ganó Trump no votó.

César Castells hoy no va a salvar el mundo, ni tú tampoco.

julio 6, 2023

César Castells está en Aarhus, está escuchando Worship del grupo A Place to Bury Stranger (grupo descubierto en Montreal, leed entrada anterior), su día ha sido como el de una película de Chabrol, si el día de una persona como César Castells pudiera compararse a la de alguno de los protagonistas de las pelis de Chabrol. Él preferiría ser el protagonista de una peli de Albert Serra, pero claro, esto es complicado.

En Aarhus ha salido el día nublado y algo frío para ser julio, después de un mes de junio cálido y seco, la gente de la ciudad no se esperaba este giro, le ha comentada la esporádica compañera de despacho a César Castells, una mujer que ha venido con su hijo a recoger sus cosas y pirarse de vacaciones. Quizás sea solo un espejismo de unos días, ha dicho la mujer antes de llevarse todas las pertenencias de valor del despacho. A César Castells le va bien. El mes de junio en València y el principio del mes de julio han sido benévolos en comparación al año pasado pero el fresquito danés, le encanta.

César Castells es de lo que piensan que las comparaciones son odiosas, pero es inevitable que llegue a la conclusión que cruzar el Atlántico es mucho más emocionante y aventurero que viajar hasta el norte de Europa. Quizás sea eso o quizás sea que cada vez necesita más y más para sentirse motivado, igual que un yonqui pero en este caso de emociones. ¿Se le habrá quedado Europa pequeña a César Castells? Primero fue València, luego España y finalmente Europa, con lo importantes que son los procesos identitarios: la calle, el barrio, el pueblo, la ciudad, EL PAÍS, hoy en día, y César Castells solo piensa en fundirse en la diversidad mundial, desaparecer en cualquier barriada, a ser posible de una ciudad canadiense.

Pero César Castells no está ahora en Canadá, está en Aarhus, Dinamarca, en unos bloques de edificios a 20 minutos en metro del centro. Parece un barrio; bueno, una agrupación de viviendas, para un valenciano en un barrio hay de todo, aquí la gente para comprar ha de ir a un centro comercial, César Castells no piensa que esto sea bueno o malo, simplemente piensa que así no es una barrio; donde la mayoría de las personas son inmigrantes o hijos/nietos de inmigrantes. Es decir, se siente como en casa. César Castells, a pesar de lo que piensen los procesos identitarios patrios (blanco, católico y nacional), cree que España es el país más africano de Europa así que, de momento, todo bien, a pesar de tener que ir al centro comercial a hacer la compra.

Pero, claro, César Castells ha venido a Aarhus a algo más que a formarse una opinión sobre la integración social de la bomba migratoria mundial, ha venido, como no puede ser de otra manera, a salvar la biblioteca pública valenciana. Para lograr este objetivo, va a estudiar, en la medida de lo posible, el funcionamiento de una de las bibliotecas más potentes de Europa, y posiblemente del mundo (aunque esto es mucho decir ya que, César Castells piensa, y ha tenido que leer mucho para llegar a esta conclusión, que el mundo es muy grande y que el etnocentrismo occidental no lo puede explicar todo): Dokk1 (la biblioteca pública de Aarhus).

Esta visita de investigación, al igual que las que realizó en el 2021 y 2022 a las bibliotecas públicas de la ciudad de Montréal, forman parte de la tesis de César Castells sobre bibliotecas públicas tercer lugar. César Castells va con las expectativas muy altas. No puede ser de otra manera, mirad la siguiente foto, cuando la biblioteca aún estaba en construcción.

César Castells y su socio en la transformación bibliotecaria, ante la impotencia de cambiar las cosas en su ciudad, cuando salían frustrados de alguna reunión institucional comentaban que quizás lo que no lograban con el gobierno progresista mediante las inversión cultural y social, a lo mejor podrían conseguirlo con el próxima gobierno vendiendo la idea de la inversión en ladrillo… Era el típico chascarrillo antes de que VOX entrara en escena.

César Castells, aunque no haya comentado nada aún, llegó ayer a Aarhus, el viaje fue tan largo como si se hubiese ido a Montreal. No hay buena combinación entre Aarhus y Valencia. Tuvo que volar hasta Palma de Mallorca, de allí a Copenhague, coger un tren hasta Aarhus y luego un metro/tren hasta el lugar donde se hospeda. Salió a las 6h45 de su casa en Valencia y llegó a su vivienda aquí a las 20h. Y llegó de milagro ya que en el tramo final, a las 19h, en la estación central de Aarhus no había nadie que le pudiera indicar cómo coger la línea 2 hasta Rosenhoj. César Castells, al ver que estaba todo cerrado, se fijó en un hombre grandullón y rubio de mantenimiento. Empujaba un carro de una papelera a otra y vaciaba su contenido. César se dirigió hacia él y le comentó en inglés que buscaba la línea 2. Gracias a ese ser humano, encargado del mantenimiento de la estación central de Aarhus, y gracias a que ese hombre sabía inglés, supongo que en algún momento pensaría, ves para algo me sirvió aprender inglés en el colegio, César Castells pudo coger el metro/tren de las 19h45 y llegar a Rosenhoj justo a tiempo para dejar la maleta en casa y salir corriendo a comprar algo para la cena de la noche y la comida del día siguiente.

La comida, César Castells se la ha hecho esta mañana corriendo. Unos tallarines chinos con pollo y verduras. Se los ha llevado recién cocinados para comérselos en la universidad. Horario europeo, a las 12h30. En una universidad europea, con comedor y cocina de uso autónomo y exclusivo para los investigadores. Su anfitrión le ha explicado como funcionaba el lugar y al poco tiempo César Castells ya tenía una tarjeta con la que podía acceder a su despacho y a las zonas comunes. Así son las cosas en Europa. Hay que reconocer que los etnocentristas han hecho algunas cosas bien, piensa César Castells al tiempo que friega el tenedor con el que se ha comido los tallarines, aunque haya sido a costa del colonialismo, del capitalismo o de la explotación obrera.

César Castells sale del despacho que le han dejado prestado pronto, un poco después de comer. Necesita ubicarse en la ciudad de Aarhus, saber dónde está, cómo moverse. Busca una excusa para perderse por la ciudad: una tienda de música. Delante de la universidad o más bien llamémosla unidad de investigación autónoma universitaria, hay un parque con un lago. Con el fondo de la hierba hace unas fotos a las zapatillas que se compró antes de venirse de viaje. Unas zapatillas blancas, moradas y fucsia, una combinación que es declaración de intenciones para los tiempos que corren. Necesaria para que nuestros hijos crezcan libres, piensa César Castells.

Aarhus es una ciudad mediana del norte de Europa. César Castells Camina por sus calles. Tiene la sensación que todas las calles le llevan a Dokk1. No es aún el momento, hay que hacer las cosas bien, piensa César Castells, al ver la biblioteca a lo lejos. Y sigue su camino hacia la tienda de música. Hace una foto al canal que acaba de cruzar y se da cuenta de que el cielo está encapotado. Gira a la derecha y llega a un placita en la que un bar ha colocado unas sillas y unas mesas. Le gusta la placita, está tentado de sentarse pero continúa, toma la calle Fredensgade. Da unos cuantos pasos y empieza a llover, retrocede, se pone el chubasquero, la lluvia arrecia. Vuelve a la placita, el bar, la Bodega Kurts Mor, ahora ya ha vista el nombre, tiene unos toldos, César Castells busca protección bajo de ellos. Pasan unos minutos. No deja de llover. César Castells asume que aquello es una señal, entra en el bar, se pide una cerveza y comienza a escribir alguna de las ideas que ahora estás leyendo.

César Castells hoy no va a salvar el mundo, ni tú tampoco.

El Átomo y la Mariposa (el bruto)

septiembre 6, 2022

OQuien se dedica a escribiiiiiiiiiiiir, saaaaabe que un texto final no es más que el intento de refinar, sintetizar, concretar y compimir una idea, visión, sensación, sentimiento o situación disparadora de la escritura, del relato, de la narración.

A mí, esta experienca, me gusta verla como una especie de ejercicio de acorralamiento, de caza y captura, de ir empujando la manada de Mamuts hacia el precipicio hasta que uno de ellos cae, de pesca con red de arrastre, sacar toneladas de pescado y dar con la pieza específica que andas buscando, de tamizar la tierra de media montaña para sacar unos gramos de oro (desde que tengo tele he vuelto a hacer la siesta con La Fiebre del oro del canal DMAX), procedimientos, así expuestos, bastante toscos, neardentales y poco respetuosos con el medio ambiente.

Pero antes de ponerse a cazar, pescar o dinamitar una montaña, se tiene que dar el momento adecuado para ponerse a escribir.

Si una cosa he aprendido a lo largo de los años es que para plasmar como es debido una idea, esa idea debe pulular durante un tiempo por tu cabeza, a veces bastante tiempo, y que el tiempo, lejos de ser un freno a la más precisa expresión de tu idea, juega a su favor.

La idea del «relato» de El Átomo y la Mariposa, nace de una foto que me hice durante el mes de marzo de 2022. En ese momento por fin encuentro la necesidad y el motivo para sobredibujar con un átomo mi antiguo tatuaje, una mariposa que se había convertido en un borrón. Han pasado seis meses. Entretando me he hecho el tatuaje del átomo y solo a partir de finales de agosto me puse a tirar basura literaria, basura mental, basura psicológica, cazar, pescar, minar, de toda esa basura que rodea la escritura habla esta entrada.

Nadie puede subir una montaña, bueno, nadie debería, subir una montaña, emprender un viaje, o incluso, ir a IKEA, sin hacer un cálculo previo del coste temporal y físico –con todas las derivaciones que de ellos puedan surgir (dinero, salud, relaciones de pareja, cuidado de niños, dedicación a otras cosas etc.)–. Por que al final, lo que uno, antes de hacer nada, debe acabar por evaluar es: ¿cuánto me va a costar hacer esto bien? Dando lo mejor de lo que soy ahora mismo.

Encontrar el momento adecuado. Saber crearte el espacio y el lugar necesario para hacer las cosas bien. Emprender una ruta que sabes que va a ser costosa, llena de imprevistos, con cantidad de riesgos, tentaciones, deseos de ceder ante la condescendecia, la ocurrencia, la supuesta genialidad del automatismo, los atajos, el artificio y el efectismo. Solo uno mismo sabe hasta que punto se está engañando para conseguir según qué resultado.

Tiempo, espacio, contenido, forma y jugársela. Escribir para jugársela. Sin exposición, si cuando escribes no estás tirando piedras sobre tu propio tejado, dejando a la vista tu insignificancia, tu vulnerabilidad y la grieta por donde se va a colar tu propio autoboicot vital, no te dediques a la narrativa, dedícate a la crítica, a la investigación científica, a la biografía o al documental, porque nadie debería escribir para salvarse, sino, más bien, para inmolarse.

Llegado a este punto, me doy cuenta de que no, no voy a mostrar el bruto de El Átomo y la Mariposa, por que en realidad con este ejercicio estaba buscando una excusa para comentar algunas cosas que en el relato, por llevar su propio camino, era imposible comentar.

La primera de ellas no sale para nada en el relato aunque el relato está en deuda con ella ya que sin ella, a lo mejor no existiría o le hubiese costado más tiempo nacer: los libros que despiertan en nosotros el deseo de escribir. Libros que nos motivan, que nos invitan, que nos acoje, arrullan y motivan, que nos protegen y nos animan a volver, una vez más a sentarnos frente a un pantalla para convertir en material «concreto» algo abstracto.

Ese libro no es otro que: Libro de notas de Diego Alfonsín Rivero, Colección Interlocutor Cruel (dirigida por Kike Parra & Bárbara Blasoc), Ediciones Contrabando.

Rescato algunos apuntes de mi bruto:

El libro de notas De Diego Alfonsín Rivero ha abierto la cabeza de César Castells de par en par, gracias a él, ha recuperado su relación con el manantial del pensamiento. ¿Por qué pensamos?
Pensamos para darnos una razón.

Otro apunte:

“Tú también eres eso de lo que tratas de huir”, dice Diego Alfonsín Rivero en libro de notas.

Al leer el libro de Diego Alfonsín Rivero me di cuenta de que hay personas que leen con làpiz en la mano para más adelante justificar o reafirmar sus reflexiones a través de los pensamientos de otros.

Otro apunte:

La vida interior, el silencio y el desprecio, comenta Diego Alfonsón Rivero.

En el libro hay más pasajes subrayados. Ideas y reflexiones brillantes que, como más arriba explico, predieron la mecha para ponerme a vomitar todo aquello que sería el germen de El Átomo y la Mariposa.

Sí que menciono, muy de pasada, por eso quiero ampliar mi pequeño homenaje por aquí, a los muertos: Domingo Villar y Malcolm Scarpa.

De Domingo Villar escribí en este blog hace unos años, así que recupero aquella entrada: La playa de los ahogados. En el 2021 sacó El último barco, en el que ahondaba en su literatura negra de orfebrería. Se le notaba cansado. Escribir este último libro debió suponerle un esfuerzo enorme. Es un libro que parece uno de esos cuadros realistas, dibujados con lápiz, precisos hasta el último detalle.

De Malcolm Scarpa recupero esta canción:

Hace muchos años que me compré la discografía completa de Malcolm Scarpa en la discográfica Hall of Fame. Recupero otro pasaje del Libro de notas de Diego Alfonsín Rivero, quizás, al final, estas tres menciones estén más vinculadas de lo que parecía en un principio:

Releyendo mi bruto vuelvo a tener ganas de cortar y pegar más ideas, reflexiones, basura que quedó en el tinteror, pero me reprimo, me contengo, el exhibicionismo sentimental tiene un límite. Por lo menos hoy, para mí.

No quisiera cerrar esta entrada sin mencionar explícitamente a Clara de Luna, la artista que transformó mi mariposa en un átomo

Venga, va, voy a soltar un poco de basurilla del bruto, joer:

-Un átomo para tapar una mariposa, le dice César Castells al César Castells que se refleja en el espejo.

– Me gusta pensar que del átomo venimos, átomos somos y en átomos nos convertiremos, así que la respuesta es, más bien, que la mariposa vuelve al lugar de dónde surgió, para ganar en ubicuidad. Ya no le basta volar libre de un lado a otro. Se ha vuelto ambiciosa, quiere estar en varios lugares a la vez.

-¿Cómo dr. Manhattan en la serie de Watchmen?

-Eso es. Dr. Manhattan es un ser atómico, el tiempo y el espacio no existen para él, está en el pasado, en el presente y en el futuro al mismo tiempo, aquí, allí y acullá.

-¿Eso es lo que quieres?

-Eso es lo que quiero.

-A ver cómo te ha quedado el tatuaje.

-Mira: (Foto de César Castells con Mecha Rubia).

-Pero, aquí estás joven y no veo el átomo.

-Tienes razón perdona, esta foto es de cuando me hice el tatuaje en el puerto de Copenhaguen, en el verano del 97, mira, es ésta: (Foto del otro César Castells aún con el tatuaje del borrón).

-Yo ahí veo una mariposa, bueno, me la imagino, porque ya se ha convertido en un borrón.

-Sí, perdona, esta foto es del día que pensé: transformar mi mariposa en un átomo y así pasar de ser un hombre libre a un hombre atómico con el don de la ubicuidad espacio temporal como el doctor Manhattan.

-Te repites.

-Tienes razón, me repito. Ese mismo día también recordé esta frase que Louis Ferdinand Céline escribió en Viaje al final de la noche: Mi corazón, al calorcito, tras su verjita de costillas, conejo agitado, acurrucado, estúpido.

-Vale, vale, pero, ¿pones la foto del átomo o qué?

-Venga, voy: (Foto de César Castells con el Átomo).

-Pues te ha quedado bien. La verdad es que sí, una obra de arte de @clara_de_luna_tattoo_studio.

-Y, ¿qué tal?

-¿Qué tal qué?

-¿Ya lo notas?

-¿El qué?

– ¿Qué va ser?, la multiubicuidad.

– ¡Ah!, ¡eso!, no lo sé, solo sé que somos todo aquello que no ha pasado. Nos define lo sucedido, es cierto, pero más aún nos define aquello que pudo suceder y no sucedió.

El átomo y la mariposa

agosto 30, 2022

¿Qué hace César Castells el 30 de agosto pedaleando hacia su local de ensayo en Alboraya?

En su mochila lleva una libreta donde pretende poner orden en un serie de borradores que no logra ni dar forma ni memorizar desde hace ya casi un año, canciones que son por ahora puro humo, puro sueño, pura esperanza; un cuarto de manzana envuelta en papel de aluminio, para cuando le venga el ardor después de beberse el café que lleva en una vaso hermético que le han regalado J. e I., un afinador, bolis, una cejilla etc.

César Castells pedalea, suavemente, tiene tantas cosas en la cabeza que sabe que pedalear con más inquina no le va a reportar más que más sudor. De de esta forma consigue que el sudor sea como un película fina adherida a su piel, que no llegue a condensarse en formas más grandes como gotas que recorrerían su cogote o sus sienes. Cosa que, cuando sucede, le molesta sobremanera. César Castells prefiere cocerse a fuego lento.

César Castells, mientras pedalea, canta, sigue el ritmo de cada golpe de pedal, su canción dice así (es una canción Folkie, a lo Woody Guthrie):

Oh! When you see / The old times go / Oh, what can you do / When The old times go

Let them ride / Oh, let them free, / And See them shine / into eternity

From West / to Est / From the sunrise / Until the nigh

Let them go / let them go / let them go

And let them go / Let them fly / Free them from / your broken heart

And let them go / Let them fly / Free them from / your broken heart

Cantando esta canción llega César Castells a su local de ensayo un muy caluroso 30 de agosto. Son las 18h30 y está solo en esa gran nave. No se oye nada.

César Castells se agacha para candar la bici en la sala común de la nave que alberga los locales de ensayo. Nota como un gota de sudor recorre su cogote. Se levanta y mira el mural que comparten Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Janis Joplin etc.

Somos fruto de todo aquello que no nos pasa, piensa César Castells. Todo aquello que no nos sucede nos lleva al lugar en el que estamos ahora, estoy, aquí, ahora,en esta gran nave de locales de ensayo, y a pesar de tener 50 años, estoy sumido en la más completa confusión.

César Castells, ante esta revelación se sienta en el sofá que hay a los pies del mural, activa una opción en su reloj: respirar. Le ayuda a recuperar el ritmo. Esta aplicación ayuda a César Castells a que el ritmo de su cuerpo vuelva a sincronizarse con el de su cabeza. Respirando tal y como le marca la aplicación intenta evitar que todo se desmorone, que todo se deconstruya, que su vida, su pasado, presente y futuro, se convierta en una tortilla de patata al estilo Ferrán Adrià, para él irreconocible.

Cierra los ojos, respira, César Castells respira al ritmo que le marca la aplicación del reloj. Oye: ¿duermes?

César Castells abre los ojos, sentado, al lado de él está Jim Morrison, ¿duermes?, le dice. César Castells se levanta de un salto: ¡hostia!, grita. Jim Morrison se asusta por culpa del grito de César Castells, se levanta de un salto y pega otro grito, más fuerte, buscando protección tras las espaldas de César Castells. César Castells al ver a Jim Morrison ir hacia él, se queda paralizado y grita de nuevo, Jim Morrison agazapado detrás de César Castells, dice, pero qué pasa tío, qué pasa ¿hay algún peligro en la sala?, César Castells no para de chillar, deja de chillar, por favor, deja de chillar dice Jim Morrison. César Castells, abre los ojos y deja de chillar. Sopesa la situación. Tiene a Jim Morrison detrás de él, cogido a sus hombros, excepto eso, todo lo demás parece normal, se toma su tiempo y dice: ¿cómo te llamas?

Me llamo Jaime, Jaime Martínez, dice Jaime Martínez tendiéndole la mano, ah, dice, César Castells, yo soy César, te pareces mucho a, Jaime Martínez no le deja acabar, encantado de conocerte César Castells y bonito tatuaje, dice y señala la espalda de César Castells, muchas gracias, dice César Castells, es un átomo, me lo ha hecho una amiga, Clara de Luna, no, responde Jaime Martínez, es una mariposa, qué dices, es un átomo, mira, César Castells que lleva una camiseta sin mangas se da la vuelta para enseñar su tatuaje. Yo veo una mariposa, dice Jaime Martínez.

¿Seguro que te llamas Jaime Martínez?, pregunta César Castells, sí, vivo en Almàcera, me viene bien venir aquí a ensayar, ¿tú vives por aquí? ¿Tienes un grupo?, yo tengo uno, se llama Les Portes, venga ya, dice César Castells, ¿qué pasa, no te mola el nombre? Yo quería que se llamase Les Portes de la percepció, sí, sí, dice César Castells, por el libro de Aldous Huxley, ¿cómo lo sabes?, César Castells va a responder algo pero se lo piensa un poco, conozco el libro, ya no se escriben libros así, ¿te lo has leído?, pregunta Jaime Martínez, lo he intentado varias veces, mira, hoy cuando vuelva a casa, volveré a intentarlo, es mi libro de cabecera, responde Jaime Martínez, creo firmemente que gracias a las drogas podemos viajar en el tiempo. Ya, responde César Castells, mira, Jaime, pareces un tipo majo, me recuerdas mucho a un cantante, un cantante de otra época, he tenido un verano complicado, ¿sabes?, un verano de traslados, de mover cajas, de montar muebles, un verano de cocerme en València, han habido buenos momentos, no te lo voy a negar, pero ha sido un verano peculiar, raro, ¿sabes?, y, y he venido esta tarde para desconectar, para organizar el local, tocar un rato, tengo cincuenta años y me viene bien venir aquí para desaparecer, ¡Cincuenta años!, pero, ¡qué dices!, ¡no debes tener ni veinticinco!, dice, Jaime Martínez.

Así es como Jaime Martínez ve a César Castells
Así es como César Castells ve a César Castells

César Castells está sentado en el sofá de la sala de entrada de la nave industrial en la que se aloja su local de ensayo. Habla ávidamente con Jaime Martínez. Jaime Martínez hace un dos papeles.

La gestión, Jaime, la gestión mata la poesía, son incompatibles, es como convertir un lago en un embalse, no hay poesía en el embalse, ¿verdad?, hay ingeniería, no poesía, aunque claro la ingeniería también puede ser poesía, sin embargo, sin gestión, no/ No sé de qué rollo me hablas, corta Jaime Martínez mientras chupa el papel para pegar las partes del canuto, lo acaba de liar y se lo tiende a César, ¿quieres encenderlo?, tenía un amigo, dice César Castells sin atreverse a aceptar la oferta, que era un experto en hacer dos papeles, César Castells coge el canuto y sigue comentando mientras lo observa como si fuese un objeto recién llegado de marte, un biturbo lo llamaba, era ambicioso mi amigo, no se conformaba con hacer canutos normales, no me preguntes cómo pero una vez logró hacer un seis papeles, tenía alma de ingeniero, acabó montando una empresa que fabricaba maquinaria para producir energía eólica, nadie sabe qué es lo que va a despertar en una persona el interés por la ingeniería, los caminos de los fumetas son infinitos, ¿no crees?, ¿lo vas a encender?, pregunta Jaime Martínez. No lo sé, responde César Castells, dejé de fumar hace 20 años, dame, dice Jaime, y enciende el canuto.

No hay nada como fumarse un buen canuto antes de ensayar, dice Jaime Martínez, te conecta con el universo, te lo presenta como algo más accesible, como algo que en vez de negarte la información te la brinda libremente, eso sí, el canuto ha de ser puro, nada de tabaco, en cuanto fumo, siento la inspiración que viene a mí, todo yo soy inspiración, el mundo me habla, la gente me habla y yo transcribo sus mensajes, soy como una especie de mediador, de receptor de las ideas del mundo y de las personas que lo habitan, ¿no te pasa lo mismo?, joder, dice César Castells, voy a tener que volver a fumar, no, tío, yo tengo los sensores bloqueados, ni oigo, ni veo, he bajado tan adentro hacia mi interior que me cuesta concebir que haya algo ahí fuera. Venga, toma, pégale una calada.

Venga, César, tenemos que aprovechar el subidón. Pero, ya te he dicho que yo soy guitarrista, compositor, dice César Castells, si sabes tocar la guitarra sabes tocar el bajo y necesitamos un bajo en el grupo, qué va dice, César Castells, con los bajos que hace el teclista vais sobrados, pero, exclama Jaime Martínez, ¿cómo sabes tú eso?, César Castells se queda callado, sonríe embobado a Jaime, va a hablar pero sin poder evitarlo empieza a reír, a carcajada limpia, Jaime lo mira, y sin saber por qué, se sube a ese estado de euforia que embarga a César Castells.

Tienes que tocar con nosotros, dice Jaime Martínez, ya te he dicho que no soy un buen bajista, eso no importa, dice Jaime Martínez, lo importante es que seas un tío enrollado, un tío enrollado como tú es lo que necesita nuestro grupo, es lo más importante, que toques el bajo bien también es importante, pero lo imprescindible es que seas enrollado, y tú lo eres, el grupo te necesita, pero, dice César Castells, yo nos soy un tipo enrollado, ¿cómo puedes decir eso?, César, eres lo más, me inspiras, veo en tus ojos que te van a pasar grandes cosas, y alguien a quien le vayan a pasar grandes cosas es lo que nos falta en el grupo, alguien que nos conecte con la autopista de la existencia, alguien que logre sintonizar con las radios del mundo, y, sobre todo, alguien gracioso, a nuestro grupo le falta eso, alguien gracioso, y yo creo que, si te vienes con nosotros, lo vamos a conseguir. Y lo vamos a conseguir porque eres un tío enrollado, y gracioso, apunta César Castells, esos es, sentencia Jaime Martínez.

César Castells pega una honda calada al biturbo y dice: hecho.

Lo que pasa a continuación es algo que César Castells, pedaleando de nuevo hacia su casa, unas horas más tarde, lo descoloca bastante, en realidad no logra darse una explicación lógica a sí mismo.

César Castells, tras pegar esa honda calada se levanta y sigue a Jaime Martínez. Al final del pasillo, a mano izquierda está el local de Les Portes. Desde fuera se oye un grupo instrumental ensayando: teclado, guitarra eléctrica y batería.

Jaime Martínez abre la puerta y la banda deja de tocar. Buenas tardes chicos, os presento a nuestro nuevo bajista, César Castells, hola, dice César Castells, Raimundo Pomar, conocido como Rai, se presenta y dice, Jaime, ¿no deberíamos haber discutido esto en el comité del grupo?, venga Rai, no seas quejica, no ves que este tío brilla, sí, es verdad que brilla, dice Robert García, quien se presenta y le tiende la mano a César Castells, Joan Donat, mantiene la cabeza baja, no muy atento a lo que sucede, Joan, ¿qué dices?, a mi lo que hagas me parece bien mientras no paremos de tocar en directo, responde lanzando una mirada avispada hacia César.

En un descanso, mientras Jaime Martínez se lía otro biturbo, dice, háblales de esos grupos que me has dicho antes, ilumina a Les Portes como me has iluminado a mí.

César Castells habla a Les Portes de War on Drugs, de su último disco y de esta canción, Old Skin, cada uno de ellos, conforme habla, se van sentando a su alrededor y escuchan como cuenta lo siguiente: cuando te adentras por las tierras de la provincia de Teruel, hay una zona donde podéis llegar a entenderlo todo, un trozo de tierra donde existen todos los tonos que van del amarillo al marrón, y dónde la vegetación dispersa sobrevive a fuerza de empeño y tesón; si bien accedes a este lugar desde la planicie, una larga carretera secundaria emprende la subida hacia el inicio de una zona suavemente montañosa. En ese momento, aunque no deberías hacerlo, aceleras, pones la quinta y subes el volumen de la música, la canción debe ser la correcta, Old Skin es una de ellas otra podría ser In Color, de los My Moring Jacket.

Subes esa carretera secundaria y aceleras y subes el volumen y si puedes escuchas una canción como In Color, al sobrepasar la primera pendiente, llegas a una especie de plataforma ondulada, un sucesión de subidas, curvas y bajadas que se extienden ante ti y donde al tiempo que la canción sube en intensidad, es posible apretar un poco más el acelerador, en ese momento, cuando estás ahí, solo, conduciendo, sumido en el envoltorio sónico y visual, es cuando tu mente se disocia de ti, se va a otro lugar y piensa en los muertos: Domingo Villar, Malcolm Scarpa; personas que forjaron tu vida. Esa vida que siempre está pendiendo de un hilo, de un despiste al intentar corregir un error al pasarte una salida en la autovía, sobrepasas el camión de puro milagro, estás vivo por casualidad, tú y los tuyos. Como ahora, cuando conduces a un velocidad un poco superior a la permitida, te adelanta un moto, y decides ponerte a rueda, emprendes un descenso en el que se ve ante ti una gran extensión, justo en el momento en el que el guitarrista de los Morning Jackets eleva la canción a su climax con su punteo, ahora, podría volar, piensas, podría alcanzar la velocidad suficiente para volar y volver al pasado, y allí con todo lo que sé, empezar de nuevo, para eso me hice el tatuaje del átomo, ¿no?, piensas, para que pasado, presente y futuro se fusionaran en uno. Dejar de ser una mariposa para convertirme en un átomo ubicuo y atemporal.

Al acabar el punteo y la canción, apagué el reproductor de cds, me sequé las lágrimas con la palma de la mano y busqué un sitio donde parar el coche, cuenta César Castells, mola o no mola este tío, susurra Jaime Martínez al resto del grupo, hice unas fotos, mirad.

Joder, es la hostia, dice Jaime Martínez. César Castells, sonríe y dice, sí, tenéis que ir, no necesitáis un bajista nuevo, sonáis de la hostia, solo necesitáis ir allí para volver con la canción que os hará dominar el espacio tiempo, hostia, dice Jaime, hablas igual Aldous Huxley, chicos, tenemos que ir a ese sitio, pillamos unos tripis y vamos, te vienes, César, César Castells, ¿te vienes?

César Castells descanda la bici, la saca de la nave donde está su local de ensayo y pedalea por la huerta de Alboraya camino de su casa. Enseguida nota como una película de sudor cubre su cuerpo, pedaléa lánguidamente y silva la siguiente canción:

If you give this man a ride sweet Family will die

Montreal”72

junio 26, 2022
Foto de Jota

Este es el último día de César Castells en Montréal, se ha despedido de Jota en la calle Saint Denis, delante de una tienda Renaud-Bray, una franquicia de venta de libros, papelería y artículos de regalo, en la que ha entrado para hacer algunas compras.

Poco antes han aparcado las bicicletas públicas en al calle Mont-Royal, al lado de la biblioteca Plateau-Mont Royal. Una biblioteca pública en el centro del huracán comunitario, donde los sin techo comparten espacio con vecinos comprometidos con la transición ecológica. Una biblioteca con una semilloteca. Algo que se ha ido extendiendo en los últimos años en las bibliotecas públicas de la ciudad de Montréal, paralelamente al movimiento de huertos urbanos, callejuelas verdes, y recuperación de riachuelos enterrados bajo el asfalto.

Jota se ha ido en busca del museo de arte autóctono y César Castells se ha quedado en la tienda de libros, papelería y objetos de regalo. César Castells no es el tipo de persona que vuelve habitualmente de los viajes con algún detalle para sus allegados, digamos que es poco detallista, o que tiene otra manera de pensar en las personas que quiere.

Esta vez, sin embargo, deambulando por la tienda, está jugando ese preciso papel, busca aquello que sabe que va a ser del agrado de sus personas queridas. Buscar el o los objetos precisos para alguien que no es uno mismo supone tener la capacidad de salir de nosotros mismos para comprender al prójimo.

Comprender al prójimo, piensa César Castells, sospechar del prójimo, entender al prójimo, temerlo, sentirse amenazado por el prójimo, competir con el prójimo, el prójimo como salvación, el prójimo como condenación.

¿Qué haces aquí, César Castells?, le preguntan a César Castells. No es la primera vez que se lo preguntan, lo cual a César Castells siempre le pilla por sorpresa. Está haciendo una tesis sobre la biblioteca pública tercer lugar, tercer espacio, comunitaria. Es la tercera vez que visita las bibliotecas de la ciudad de Montreal para sacar conclusiones sobre el terreno de lo que es una biblioteca del siglo XXI. César Castells creía que estaba más que claro. Pero el prójimo siempre sospecha, cuando no comprende, cuando no sale de su cuerpo para entender e intenta analizar desde su propia experiencia lo que ve, desde esta perspectiva, su perspectiva, no todas las respuestas son válidas, necesita una respuesta convincente y las palabras que oye y los hechos que ve, deben además ser certificados. La necesidad de una respuesta científicamente convincente. Un sello de veracidad. Como dirían los expertos en ciencias documentales: dar con la información veraz.

Lo cierto es que César Castells no tiene una respuesta científicamente convincente, porque está aquí pura y llanamente por azar y por curiosidad.

Al venir a Montréal en el 2018 no sabía lo que iba a encontrar, venía simplemente a hacer un trabajo de observación, digamos que su decisión, inicialmente aleatoria, guiada tanto por intereses e inquietudes socio-culturales como por una necesidad incontrolable de romper con un destino marcado, se convirtió en un verdadero descubrimiento y revelación bibliotecaria. César Castells llegó a la ciudad de Montréal justo el año en el que se habían construido toda una serie de nuevas bibliotecas. En ellas no solo se potenciaban los espacios makerspaces, sino que, como más tarde pudo saber, fueron concebidas bajo la teoría del tercer lugar.

Las bibliotecas tercer lugar, piensa César Castells, menuda obsesión, menudo descubrimiento, menuda mina de oro. Salir de tu zona de confort, encontrarte con el éxito en un viaje condenado al fracaso. Tener las expectativas bajas para estar en todo momento preparado para la satisfacción elemental.

Durante este último viaje, César Castells ha visitado 16 bibliotecas, la posibilidad de ir como ayudante de investigación en el proyecto de su Codirectora de tesis sobre inclusión social en bibliotecas públicas en la región de Quebec le ha permito salir de la ciudad de Montreal. En uno de sus cuadernos, el que utiliza para tomar notas sobre temas de la tesis, ha ido apuntando algunos datos sobre las bibliotecas de construcción más reciente. Sobre las bibliotecas que con su construcción ponen de relieve una voluntad política clara de convertir el contenedor y el contenido de las bibliotecas en otra cosa, o por lo menos, dejarlas preparadas para que otras cosas sucedan en su interior (algunas de estas bibliotecas, César Castells ya las había visitado en sus anteriores viajes y aparecen en anteriores entradas).

César Castells está conduciendo por la ciudad de Montreál va dirección a Longueuil. Su codirectora le indica el camino. Circulan por el Chemin de la Côté Sainte-Cathérine, han dejado atrás la Avenue Bernard, donde, poco antes de las 9h, César Castells ha aparcado la bicicleta pública en una estación BIXI, en la Rue Dollard, perpendicular a la Avenue Bernard. César Castells ha llegado con media hora de antelación así que deshace unos cientos de metros su camino por la rue Bernard y entra en la panadería Première Moisson. Compra un par de chocolatines (pain de chocolat) que se come ávidamente.

César Castells conduce por la ciudad de Montréal. Se dirige a Longueuil. Esta es la primera de las 16 bibliotecas que va a visitar durante esta estancia de investigación. Para llegar a Longueuil tienen que cruzar el puente Jacques Cartier, inaugurado en 1930. Una impresionante construcción de hierro y hormigón que se alza imperiosa sobre el río Saint Laurent, el puente se eleva tanto que ves la ciudad de Montreal como si estuvieras subido a una colina, y que une la isla de Montréal con el continente, con la ciudad de Longueuil, con un autovía que hay que transitar para llegar a la Bibliothèque Raymond-Lévesque.

  • Bibliothèque Raymond-Lévesque, Ciudad de Longueuil (246.855 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas de la ciudad tiene 7 bibliotecas más:
    • Inaugurada 2011
    • 4000 m2
    • Projet para Jodoin L’amarra Pratte Architectes
    • 11,7 millones de $ (Coste)

Una semana más tarde César Castells volverá a subirse al coche con su codirectora y conducirán hasta la ciudad de Quebec. Allí visitarán 6 bibliotecas, 3 de ellas son más bien agencias de lectura de entre 100 y 400 metros cuadrados, apunta César Castells en su cuaderno tras la respectiva visita. También apunta:

  • Bibliothèque Paul-Aimé-Paiement, Ciudad de Quebec (542.298 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas de la ciudad tiene 25 bibliotecas más.
    • Remodelación en 2006
    • 4350 m2
    • Projet de Croft Pelletier Architectes
    • 11,5 millones de $ (Coste)
  • Bibliothèque Maison de la littérature, Ciudad de Quebec (542.298 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas de la ciudad tiene 25 bibliotecas más.
    • Construcción 2015
    • 2400 (1920) m2 (diferentes datos en diferentes fuentes)
    • Projet Chevalier Morales
    • 11,8 (14,6) millones de $ (diferentes datos en diferentes fuentes)
  • Bibliothèque Monique-Carriveau, Ciudad de Quebec (542.298 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas de la ciudad tiene 25 bibliotecas más.
    • Remodelación 2013
    • 4300 m2
    • 14,7 millones de $
    • Projet Dan Hanganu et Côté Leahy Cardas Architectes

Antes de centrarse en las bibliotecas de Montréal, a César Castells aún le queda un viaje a Gatineau, una ciudad que comparte espacio con la capital de Canadá, Ottawa.

Allí visitará la biblioteca Donalda-Charron:

  • Bibliothèque Donalda-Charron, ciudad de Gatineau (284.557 habitantes. Québec, Canadá) La red de bibliotecas de la ciudad tiene 10 bibliotecas más.
    • Inauguración 2020
    • 1650 m2
    • 13 millones de $
    • Projet Atelier TAG

César Castells ya de vuelta a la ciudad de Montréal visita la Biblioteca pública Multicultural de Laval, la BANQ, la Bibliothèque publique du Boisé, la Bibliothèque publique Benny, la Bibliothèque publique Saul-Bellow, la Bibliothèque publique Marc-Favreau et la Bibliothèque publique Pierrefonds. Todas ellas excepto la de Pierrefonds, las visitó durante su anterior estancia de investigación.

En esta ocasión va acompañado de Jota, su socio, en Valencia tienen un proyecto que se llama BED (Biblioteca Expandida Deslocalizada) y tienen en marcha un par de iniciativas, una en el CCCC y otra en la biblioteca de Beniferri.

Para César Castells ha sido muy importante esta visita. Por primera vez siente que ya no está solo en esta especie de cruzada. Una misión que supone explicar un ejemplo de ciudad con proyecto bibliotecario a otra ciudad que carece de tal. Crear puentes transatlánticos para que circule el conocimiento, la experiencia y la información, piensa César Castells.

Ahora Jota, como César piensa: si esto lo hacen en estas ciudades (él también visitó Gatineau además de Montréal), ¿por qué no se puede hacer lo mismo en Valencia? ¿Por qué en Valencia no se construye la red de bibliotecas públicas que se merece? Estoy totalmente de acuerdo contigo, Jota, dice César Castells, llevo desde el 2018 haciéndome la misma pregunta, intentando explicar a la gente que tenemos las bases necesarias pero que hay que exigir más, mucho más, que no nos pueden callar la boca con un plan de lectura y cuatro iniciativas lectoras independientes, las bibliotecas públicas de la ciudad de Valencia merecen más, un plan de acción claro y serio, y una buena financiación, comenta Jota, eso es, también una buena financiación, sí, el tema es cómo logramos convencer a los políticos, a los profesionales (no solo a los de la información) y a la sociedad civil de la importancia de una red de biblioteca moderna y puntera, sí, ese es el problema con el que llevo dándome cabezazos desde el 2018, comenta César Castells, cuanto más evidente parece la necesidad más reticencias encuentras, se sienten amenazados, explica Jota, la amenaza real que tienen no soy yo, sino no saber adaptarse a las necesidades de los nuevos tiempos.

César Castells y Jota debaten sobre la mejor manera de despertar conciencias, de buscar aliados, de movilizar recursos y personas. Uno piensa que es mejor hacer vídeos semicaseros que muestren las bibliotecas en tiempo real, en primera persona, César Castells sigue empeñado con su diario de abordo narrativo visual. Ambos toman nota mental o material de los siguientes datos:

  • Bibliothèque du Boisé, Ciudad de Montréal (1.780.000 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas públicas de la ciudad tiene 44 bibliotecas más.
    • Inauguración 2013
    • 4286 m2
    • 26,3 millones de $
    • Projet Cardinal Hardy / Labonté Marcel / Éric Pelletier Architectes / SDK et associés inc. / Leroux Hurens et associés inc.
  • Bibliothèque Benny, Ciudad de Montréal (1.780.000 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas públicas de la ciudad tiene 44 bibliotecas más.
    • Inauguración 2016
    • 3000 m2
    • 10,8 millones de $
    • Projet atelier Big City, Fitchten Soiferman & Associés
  • Bibliothèque Saúl-Bellow, Ciudad de Montréal (1.780.000 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas públicas de la ciudad tiene 44 bibliotecas más.
    • Inauguración 2015
    • 2621 m2
    • 13 millones de $
    • Projet Chevalier Morales Architectes
  • Bibliothèque Marc-Favreau, Ciudad de Montréal (1.780.000 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas públicas de la ciudad tiene 44 bibliotecas más.
    • Inauguración 2013
    • 3000 m2
    • 18 millones de $
    • Projet Dan Hanganu Architectes, Nicolet Chartrand, Knoll Inc. & CBA
  • Bibliothèque du Pierrefonds, Ciudad de Montréal (1.780.000 habitantes. Québec, Canadá). La red de bibliotecas públicas de la ciudad tiene 44 bibliotecas más.
    • Inauguración 2019
    • 3967 m2
    • 25,3 millones de $
    • Projet Chevalier Morales

César Castells está en la tienda Renaud-Bray, mira unos cuadernos, esto me lo compraría para mí, pero, ¿qué quieren ellos?, así que sigue buscando, se toma su tiempo, pasan los minutos, cada objeto tiene un significado, en muchos casos vacío para él. Esto le hubiese pasado a César Castells si al llegar aleatoriamente a Montréal en el 2018 se hubiese encontrado con bibliotecas vacías de contenido, pero, no fue el caso. Las bibliotecas que encontró eran como haber encontrado una mina llena de pepitas de oro en medio de un laberinto de hormigón.

Y lo que sencillamente hizo César Castells fue ponerse a picar para extraer esas pepitas. Era inevitable que montase su tesis alrededor de ésta búsqueda, era inevitable que volviese a Montréal no una sino, dos, tres, y si fuera necesario volvería cuatro, cinco, o las que fueran necesarias para seguir cavando, ¿por qué? Porque lo que había encontrado no solo era importante para su crecimiento profesional, sino que era importante para se crecimiento personal.

César Castells camina por las hileras de estanterías llenas de objetos de regalo: libros, cuadernos, tazas, teteras, zapatillas, cuadros, puzzles, y piensa: qué sencillas son a veces las respuestas cuando uno confía en el prójimo, cuando uno intenta ponerse en su piel, cuando uno lo escucha y deja de escucharse a sí mismo como fuente de todo saber, cuando confía en si mismo, tiene una fuerte autoestima y es capaz de aceptar la autocrítica y la visión y la experiencia propia externa. Qué difícil es escuchar al prójimo. César Castells piensa en esas personas que obsesionadas con salvar al mundo no son capaces de escuchar a quien tienen justo a su lado, escucharlos y aceptarlos tal y como son, sin juzgarlos, sin querer adiestrarlos, amaestrarlos, aleccionarlos.

César Castells se para delante de una columna llena de espejos. Espejos de todos los tamaños, formas y colores. Espejos fáciles de regalar, todo allí tiene un tamaño que facilita el regalo inmediato. Un detalle, pequeño, muy pequeño, mediano, pero nunca grande o demasiado grande. César Castells se observa en cada uno de esos espejos. No seas tan pretencioso César Castells, ni tú mismo serías capaz de entender a cada uno de esos reflejos de ti mismo, de tu propia personalidad. Es cierto, piensa César Castells, no voy a ser tan ingenuo como para pensar que las cosas no siempre han sido así, no, siempre han sido así, los seres humanos siempre hemos tenido problemas no solo para entendernos entre nosotros sino también para entendernos nosotros mismos, por eso estamos donde estamos, ni más ni menos que en el inestable estado del equilibrio/desequilibrio.

César Castells pasa por delante de unos relojes de arena que tienen tintado el cristal de colores suaves: azul, rosa, verde, rojo, y piensa, esto les gustará. Y coge tres. Tres relojes de arena para sus seres queridos. El tiempo para sus seres queridos, que tengan tiempo, que tengan tiempo para recorrer los caminos, piensa César Castells, no hay nada peor que quedarse en mitad de un camino, que no llegar al final, que quedarse con la incógnita de qué hubiera pasado si…

César Castells, está en esta tienda, aquí, ahora en Montréal, pero estar aquí ahora mismo, recorrer este camino, no ha sido nada sencillo.

No es del gusto de nadie recorrer caminos en los que se intuyen como el final de algo, piensa César Castells, a nadie le gusta jugar para perder, sin embargo, hay veces que, al emprender un camino, nuestras posibilidades de éxito son ínfimas, aún así sabemos que no tenemos más alternativa que transitarlo. A pesar de las muchas señales que nos advierten de los peligros inminentes, de las amenazas, pero, insiste César Castells en este pensamiento, solo llegando hasta el final sabremos si esa intuición es cierta o no, puede que recorriendo ese camino nos llevemos una sorpresa, o puede que no, solo caminando lo sabremos, ahí se esconde el enigma de las grandes hazañas, personas que emprendieron caminos denostados de antemano para volver con las manos llenas de oro. Otras muchos murieron en el intento, claro. Sin éxito, no hay historia, piensa César Castells.

Sin éxito no hay historia, piensa César Castells, ha salido de casa a las 15h30, se ha subido en el autobús 94, ha bajado en la parada de la estación de Frontenac, ha cogido el metro en esa parada dirección Station Angrignon, el metro ha parado 10 veces hasta llegar a la Station Lionel-Groulx, allí ha bajado. Ha subido por el ascensor y luego por las escaleras mecánicas para salir a la calle, ha arrastrado la maleta hasta la parada del bus 747, ha llegado el primero, a los 20 minutos habían unas cincuenta personas detrás de él, es viernes en Montreal, Montreal, parece modesta pero en realidad es una megalópolis, una ciudad nación, autosuficiente, potencia cultura, social y económica, sobre todo económica. César Castells ha salido a las 15h30 de su casa, ahora son las 16h30. Más de una hora de viaje con transporte urbano para llegar al aeropuerto. Lleva una maleta enorme, al llegar al aeropuerto la pesará y le dirán que excede en tres kilos el peso permitido. Tendrá que vaciar libretas, libros y ropa interior y meterlo en su mochila, que pasará a pesar 9,5 kg, más de lo permitido, aunque la azafata se apiadará de él y le dejará subirla al avión.

Además de la mochila de 7kg y la maleta de 27, César Castells espera la llegada del bus 747, cargado con una totte bag (llena de más libros, algo de comida y cables), y una bolsa de hombro para llevar la cámara de Video. Ese es César Castells emprendiendo el viaje de vuelta a Valencia. Un vagabundo del siglo XXI. Si alguien se hubiese fijado en él, arrastrando todo ese equipaje por los diferentes medios de transporte de la ciudad de Montréal, podría haber tenido la siguiente duda: ¿es César Castells el típico ser humano sin techo que vive con su casa a cuestas, metida en una gran maleta y bolsas que le cuelgan del cuello y hombros o es un explorador que durante un tiempo planta su tienda de campaña en medio de una selva para ver como viven los pueblos autóctonos confundiéndose con ellos?

César Castells está el primero en la fila del bus, y pesar del calor que tiene, vino con ropa de abrigo que ahora no le cabe en la maleta y que ha de llevar puesta, una cazadora vaquera y un anorak verde y fino, piensa que pocas veces en la vida ha sido el primero en algo. Esta vez es el primero en la fila del bus que va al aeropuerto, el 747. Se siente satisfecho. Deja todas las cosas que lleva encima de la maleta. Respira. Descansa. Toma aire. Se seca el sudor. Una tregua. Vuelve a mirar a la maleta y piensa: terror, no sé si voy a poder con ella. Sin éxito no hay historia. Levantarla para subirla al bus, para dejarla en el maletero elevado del bus. Es obligatorio dejar la maleta en el maletero elevado del bus para poder subir al bus 747. El bus 747 que va hasta el aeropuerto YUL de Montréal. Más de treinta minutos de camino, siempre y cuando no haya retención. Las megalópolis siempre tienen los accesos colapsádos.

César Castells no quiere llegar tarde al aeropuerto. Por eso ha salido pronto de casa, para evitar perder el avión a causa de los accesos colapsados de las grandes metrópolis occidentales. Mira la maleta. Oye un pitido, es el bus 747 que llega a la parada. Para justo delante de él, va lleno, una revisora sale para decir que solo hay sitio para personas que vayan sin maleta, toda la hilera protesta, César Castells también, ser el primero en esta cola está a punto de no servirle de nada, sin embargo la revisora consigue hacer hueco en el portamaletas elevado del bus y le dice a César Castells que entre, le señala el sitio donde debe meter la maleta, ahí no cabe, dice César Castells, efectivamente, ahí no cabe la maleta, y la revisora hace hueco en otro portamaletas aún más elevado. Ahí sí que cabe la maleta. César Castells deja todo lo que lleva encima en el suelo, mira la maleta y dice: allá voy.

César Castells va agarrado al pasamanos del bus 747, falca bien las piernas al suelo para resistir los acelerones de la conducción del chófer por la autovía que va al aeropuerto YUL de Montréal. Al hacer fuerza con las nalgas y las piernas nota una ligera punzada en las lumbares, mira la maleta en lo alto del portamaletas y piensa: aún no tengo claro si me he enganchado de la espalda o no.

César Castells en la tienda Renaud-Bray vuelve a pasar por delante de los cuadernos. No puede evitar coger un paquete que lleva tres de tapa roja y blanda y de tamaño A5. Los que más le gustan. Piensa, uno para mí, y los otros dos para mis hijos. Ponerse en el lugar del prójimo. Predicar para poco después desdecirse en beneficio propio, así somos los seres humanos, piensa César Castells, inconsistentes en nuestras decisiones. Siempre sujetos a un cambio de percepción que pueda jugar a nuestro favor. Por eso vuelve a pasar por la sección de libros y coge tres que había estado estudiando detenidamente antes comenzar con la búsqueda de regalos.

Estos son los libros que César Castells ha comprado durante su estancia en Montréal

Estos los libros que César Castells ha comprado durante su estancia en Montreal. Él ha intentado no comprar demasiados, ha estado reteniéndose todo el viaje pero es evidente que ha fracasado en el intento.

Esto es lo que piensa César Castells parado en cola que lleva a los controles para entrar en la zona de embarque del aeropuerto YUL de Montréal. Ahora ya ha dejado la maleta en el chek-in, su mochila ya pesa 9,5 kg, también ha tenido que rellenar la totte-bag, sigue llevando la bolsa de la cámara de vídeo, la cazadora vaquera y el anorak verde y fino.

César Castells ha llegado con 3 horas de adelanto al aeropuerto. Ahora tendrá que esperar una hora y media más. Está haciendo cola para pasar los controles y llegar a la zona de embarque. Sin éxito no hay historia, piensa César Castells, resistir. Apretar el culo y las piernas para ahuyentar el amago de pinzamiento lumbar que ha estado a punto de sufrir al levantar los 27 kilos de la maleta en el portamaletas del bus 747.

César Castells lleva 9,5 kg en la mochila. ¿Cuántos libros necesita un ser humano transportar y leer para encontrar la paz?

César Castells aterriza en el aeropuerto de Lisboa a las 10h30 de la mañana del 18 de junio de 2022. Necesita ir al baño. No es solo un cuestión fisiológica, también quiere cambiarse.

Tras salir de la tienda Renaud-Bray César Castells caminó por la Rue Saint Denis en dirección Este. Torció a mano derecha por la Rue Rachel hasta llegar a la rue Saint Laurent y allí caminó de nuevo hacia el Este hasta llegar a la boutique donde se compró esta camisa y estos pantalones cortos que podéis ver en las fotos finales de esta entrada.

Sin éxito no hay historia, piensa César Castells, y sin algo que contar tampoco.

Es el final del viaje, piensa César Castells. El final de un viaje, vale, se reafirma César Castells, pero, ¿es el final de la historia?

César Castells sigue pensando en Montréal: por qué, cómo, para qué…Fuzzzzzz

junio 13, 2022

César Castells tumbado en la cama piensa en su situación. Ha dejado por un día su apartamento para pasar la noche en Gatineau, una ciudad a unos doscientos km al sudoeste de Montréal, lindante a Ottawa.

La habitación del hotel donde se aloja, un IHG, es tan grande como su apartamento, tiene dos camas dobles y un escritorio, un lugar cómodo donde trabajar.

La semana pasada estuvo en Quebec, en una habitación de hotel parecida a ésta, aunque en un edificio más lujoso en el barrio antiguo de la ciudad. Este es un hotel de paso, de carreteras, a las afueras, con gimnasio y una pequeña piscina interior. Esta vez, César Castells tiene compañía, Jota ha venido desde Valencia para echarle una mano con su investigación, ahora ronca, ronca, casi se ahoga y deja de roncar. César Castells piensa, no para de pensar. Esta noche va a ser larga, lo sabe. Por qué, cómo y para qué

Tumbado en su cama, César Castells no puede dejar de pensar en las etapas que se cierran. Que se cierran irremisiblemente pasando por encima de nuestra voluntad o raciocinio. Por encima de nuestros pensamientos, reflexiones, proyecciones y planificaciones. El paso del tiempo es una máquina inexorable quebrantadora de deseos. También los pare, los deseos, supongo, piensa César Castells, que en pos de la búsqueda de un equilibrio que mantenga a la raza humana alejada de la extinción final, por lo menos, lo más alejada posible.

Por qué, cómo, para qué queremos vivir nuestra vida, se pregunta César Castells tumbado en la cama. Son preguntas aparentemente sencillas pero, ¿quién se para a hacérselas de vez en cuando? ¿Quién es capaz de cuestionar su propia existencia? De ser crítico con su propia existencia, quién es capaz de abandonar su contenedor de ideas, acciones, prejuicios y presuposiciones, observarse desde fuera y pensar: quizás haya algo que no funciona bien ahí dentro, en ese ser humano que soy yo. Terror. Por qué, cómo, para qué.

César Castells piensa que es verdad que las personas son entidades complejas, comprende que hay un peligro al hacerse según qué preguntas, el peligro del abismo, de darse cuenta que uno está equivocado, que las decisiones que tomó no fueron más que el espejismo de una percepción momentánea de una estado. Una reacción instintiva frente al fracaso estrepitoso de una vida gobernada por objetivos improvisados. Por eso las personas se hacen pocas preguntas sobre ellas mismas, se desmoronarían, caerían de rodillas frente a su propia insignificancia. Prefieren seguir viviendo parapetadas tras una mentira piadosa, una sensación que las reafirma en el propio comportamiento que las sepultará en la gran inmovilidad.

Pero, y aquí es donde César Castells no logra comprender, qué puede temer una institución pública al hacerse estas preguntas: por qué, cómo, para qué. Cuál es el posible peligro que podría correr. Qué podría pasar si el sistema de bibliotecas públicas de la Comunidad Valenciana se hiciera las siguientes preguntas: por qué, cómo, para qué.

César Castells no puede dejar de pensar en lo peculiar que es ese comportamiento humano de la negación de la evidencia. ¿Cómo es posible negar la evidencia? ¿Cómo podemos negarnos la capacidad de hacer las cosas mejor? ¿Cómo es posible que seres humanos tan inteligentes, capaces y preparados, estén tan poco predispuestos a cambiar parámetros que reconocen como obsoletos por nuevas formas de relacionarse con su entorno? ¿Cómo?, se pregunta César Castells mientras se levanta de la cama y sale de la habitación y entra en la sala donde está la piscina. No ha traído bañador, así que se mete en pelotas en el agua. Espero que no venga nadie, piensa.

Al meterse en el agua César Castells tiene un erección, el líquido transparente acaricia sus pelotas mientras nada y eso le sienta bien. No irá más allá, no solo le frena el hecho de estar en un espacio público, sino también pensar, pensar en esa relación abierta que se supone que compartían desde hace tres años Shakira y Piqué. Reflexionar sobre nuestros actos, al igual que la culpa que se puede derivar de esta reflexión, es un antídoto contra la pasión. Shakira y Piqué, Piqué y Shakira, no debieron reflexionar mucho, solo consensuar unos márgenes y actuar. César Castells deja de estar duro y piensa: ¿qué significa amar hoy en día? ¿Qué significa tener una relación hoy en día?, ¿cómo vivir fuera de los parámetros convencionales sin convertir las relaciones en un campo de batalla, sin dañar al otro, sin volver a caer en las rutinas que acaban por convertirlo todo en un páramo desierto del amor?

La pasión es necesaria para postergar el envejecimiento, también la admiración y la ilusión, piensa César Castells. Quedarse, vale, pero por qué, cómo, para qué. Preguntas muy básicas que las parejas deberían hacerse más a menudo, piensa César Castells, mientras sale de la piscina, se sienta en un banco que hay pegado a la ventana que da al exterior y piensa: en invierno debe ser la hostia estar aquí dentro y ver uno o dos metros de nieve acumulados en los bordes de la carretera.

Desear y ser deseado, piensa César Castells mientras acaricia el cristal, gira su cara y posa sus labios sobre él. Acaba de recordar el libro de Rafa Cervera (Canción para hombres grandes) y la envidia que sintió al leer la historia de esos bisontes que se embestían entre ellos empujados por el puro deseo a pesar de la decadencia y la flaccidez de sus carnes. Buscarme allí donde se mantenga vivo el deseo, donde se defienda como abanderado de una declaración de intenciones vital. No quiero morir antes de tiempo ni ser enterrado en vida, piensa César Castells, eso es lo que debe cambiar en las relaciones de hoy en día, por mucho que duela. Por mucho que nos duela.

Cierra los ojos ante la evocación de ese contraste invernal entre el frío exterior y el calor que emana de la piscina climatizada. Un equilibrio inestable solo soportado por una efímera y destructible contención: un cristal de varios centímetros de espesor. La muerte siempre acecha a la vida y a las parejas modernas el desamor, la rutina y la desidia. Quizás siempre haya sido así, piensa César Castells, la diferencia es que poca gente, hoy en día, está dispuesta a envejecer en una relación así, y esto está bien.

Los labios de César siguen pegados al cristal, se levanta y apoya su cara, acariciando su mejilla sobre la superficie templada. Extiende sus brazos hacia arriba y aprieta su pelvis. La Erección vuelve con el movimiento de sus caderas. Mueve su mano por el cristal, su dedo índice dibuja pequeños círculos. Sí, piensa, acariciar un pezón puede ser el botón de encendido para llegar al orgasmo. Abre los ojos y ve como un hombre, que acaba de cerrar su coche en el aparcamiento, lo mira con la cara desencajada. Otro hombre sale de la parte del copiloto, se gritan entre ellos y salen corriendo hacia César. César Castells tiene la impresión de que está gritándole algo, así que, recoge su ropa a toda prisa y vuelve a su habitación sin mirar atrás. Se mete en la cama. Jota ha dejado de roncar.

Por qué, cómo, para qué, nadar debería haberme relajado, piensa César Castells, tumbado de nuevo en su cama, pero no es así. César Castells sigue dando vueltas en círculos, de círculo en círculo, creando un universo de círculos. Por qué, cómo, para qué, qué hay que hacer para que un colectivo despierte, despierte y adquiera poder, qué hay que hacer, piensa César Castells, tumbado de lado en su cama, qué hay que hacer. Coge la tablet y abre un enlace que le mandó después de cenar su codirectora: la futura nueva Biblioteca Nacional y Pública de la ciudad de Ottawa. Por qué, cómo, para qué. Procesos de construcción comunitaria colectiva, de participación comunitaria, que quedan bloqueados por el inmobilismo, por el conformismo, por la aversión al cambio. Proyectos que se mueven gracias a la voluntad política, al empuje de la profesión, a la formación de los trabajadores y a sus inquietudes, a sus retos, por su capacidad de estar a la escucha de la comunidad. Ah, sí, piensa César Castells, y el dinero. Por qué, cómo y para qué.

Tras visitar la biblioteca del barrio de CharlesBourg, César Castells y su codirectora aún tuvieron tiempo de recorrer algunas bibliotecas más. Dos de ellas, cajas de cerillas que hacían las veces de agencias de lectura, construidas por mandato político en periodo previo a las elecciones. Hay situaciones que se reproducen en todas partes, le comenta César Castells a su codirectora, al entrar en una de estas bibliotecas. En Valencia, la red de bibliotecas municipales se construyó también por una mandato político de inmediatez, sin demasiada reflexión entorno a las preguntas claves: por qué, cómo y para qué.

César Castells echa un ojo a este proyecto de Biblioteca y se hace las mismas preguntas que se hizo la semana anterior cuando en la ciudad de Quebec visitó la biblioteca Paul-Aimé-Paiement en el barrio de CharlesBourg. Por qué se llega a construir una biblioteca así, cómo y para qué. Cuál es el mensaje que quiere dar el ayuntamiento de la ciudad de Quebec al construir estos espacios públicos, cuál es la voluntad política que están poniendo sobre la mesa, cuáles sus proyectos de futuro para la sociedad civil. Qué quiere la ciudadanía que pase en estos espacios, cómo lograran apropiarse de ellos.

César Castells, en la ciudad de Quebec mira como su codirectora se retira a su cuarto del hotel. Él no tiene ganas de volver. Necesita caminar para digerir el plato de Fish and Ships y el helado que se ha comido. Hace frío, sopla un viento que en invierno debe cortar como un cuchillo bien afilado. Sube hasta el mirador desde donde se observa la grandeza del río Saint Laurent, impulsado por esta visión busca una posición más elevada desde donde fotografiarlo. Emprende el camino de ascenso por un paseo artificial de madera que perímetra la fortaleza y llega hasta “Les Plaines d’Abraham”. Vuelven a él sensaciones del pasado. Ayer eran una mera llama, hoy son un gran incendio. César Castells subiendo, tomando fotos del Río Saint Laurent, grabándolo en vídeo, siente como el pasado se apodera de él, como los fantasmas del pasado, él mismo y su familia, allí mismo, en el 2018, se apoderan de sus pensamientos.

Sin encontrar la manera de aplacar este ataque de nostalgia, César Castells se tumba sobre un montículo a lo alto de la llanura de Abraham, un montículo donde recuerda que o bien su hijo o su hija tiró un pelota por la que tuvo que bajar él. Mirando hacia el cielo, abandonando la idea de que el consuelo venga de ese inmenso río que se va abriendo hacia el mar, César Castells piensa, por qué, cómo, para qué. No puede más, se levanta, camina entre el bullicio, las tiendas callejeras, los escenarios, los conciertos del pasado, todo el pasado le acompaña, se planta delante del lugar donde escuchó junto a su familia a War & Drugs en el 2018, y se hace una foto. Está solo.

César Castells vuelve a estar en la cama de su hotel en Gatineau. Entre estos dos viajes, el primero que le llevó a la ciudad de Quebec y éste que le ha llevado a la ciudad de Gatineau, han pasado cosas. Por qué, cómo, para qué. César Castells piensa que salir de la zona de confort puede ser un deporte de alto riesgo para alguien que no esté acostumbrado a vivir en la incertidumbre. También piensa que está bien eso de tener ideas pero que plasmarlas, convertir en realidad esas ideas, es otra cosa. La realidad es un ente abstracto que intentas albergar entre tus manos para protegerlo, para tener las sensación de que te pertenece, de que es tuyo, cuando lo cierto es que puede cambiar de estado en cualquier momento, mostrarte tu vulnerabilidad y destruirte.

Es precisamente en este estado de vulnerabilidad en el que me encuentro, piensa, César Castells. Un estado que le deja a la merced de los acontecimientos, con los sensores de realidad distorsionados, con el decodificador de mensajes alterado, con una falta total de suelo firme bajo sus pies, César Castells está en el aire, pero está vez en vez de seguir el impulso de un salto que le lleva hacia adelante, flota, vuela, sin dirección alguna. Ya no está perdido porque ya no hay lugar donde perderse, simplemente orbita, sobre sí mismo, alrededor de sí mismo, no es más que un átomo que forma parte del universo.

César Castells conduce desde la ciudad de Quebec hasta Montréal, su directora va de copiloto, hablan sobre hipotéticos planes de futuro, líneas de estudio, proyectos de investigación bibliotecaria, hablan de cómo redactar una tesis, de crear puentes entre Valencia y Montréal, de vertir conocimiento y experiencia de una ciudad hacia la otra. Llegan a la rue Masson, justo enfrente del karaoke de la calle Iberville, ahí vivo yo, dice César Castells, sacando sus cosas del coche, ella ya al mando del volante, se despide educadamente.

César Castells está cansado del viaje y decide echarse un rato antes de salir a la calle. Las paredes de su casa, cuando el resto de su vida está dormida al otro lado del Atlántico, en este viaje, se le caen encima. Su amigo Micalet le había encargado llevar a cabo una misión: hablar con el grupo Eleven para conseguir el contacto de su productor. Tocaban a mediados de mayo en la sala Ritz bar pero el concierto se suspendió.

César Castells se quedó con el nombre del bar y hoy, al volver a Montréal, antes de echarse para recuperar fuerzas tras el viaje a la ciudad de Quebec, ha comprado una entrada para el concierto de To Bury a Stranger + dos grupos más. César Castells no tiene ni idea de quiénes son estos grupos, ha mirado sus bandcamps, le ha molado lo que ha oido, esto es suficiente para él para ir a un concierto.

Las cervezas no están baratas en el Ritz Bar, piensa César Castells, aunque esto es lo que menos le preocupa en este momento, lo único que quiere es desconectar, dejar de pensar, dejarse llevar, ha de encontrar la manera de dejarse llevar de dejar de pensar en la culpa, en el fracaso o en la falta de confianza en uno mismo. La música siempre ha sido una aliada para encontrar esperanza en algún sitio, para dejar de pensar y ser, para dejar de pensar y actuar, asumir lo hecho y ser. Va por ti, piensa César Castells mientras se hace un selfie y alza la segunda cerveza. Da un trago largo y baila al son de la música de Glove, grupo que le pone en órbita. Más tarde, To Bury a Stranger suelta una bomba sónica con diferentes capas de emisiones Fuzz (aguda, media, grave) y todo desaparece.

To Bury a Stranger

César Castells camina bajo la lluvia

May 28, 2022

César Castells camina bajo la lluvia. Es una lluvia tibia, más propia de un país tropical, aunque mucho menos intensa, fina, no llega a hacer calor pero el ambiente, tras correr, César Castells ha salido a correr bajo la lluvia, es denso.

César Castells camina bajo la lluvia en busca de un local donde comprar un casco para la bici, para llevar bici eléctrica el casco es obligatorio, y un paraguas. Ha probado en un par de tiendas de segunda mano de la calle Masson, sin éxito.

Va vestido para correr: mallas, pantalón corto, camiseta interior, una camiseta de deporte de invierno y el chubasquero. Ha corrido por un camino de tierra que sigue la vía del tren. Camino de ida y vuelta. No más de 40 minutos, no más de 6 ó 7 km.

Para su sorpresa se ha cruzado con algunas personas mientras corría, no muchas, cuatro, quizás cinco. Una de ellas le ha sonreído al pasar como diciendo: solo los guays salimos a correr cuando llueve, solo unos cuantos sabemos que mola mucho.

César Castells no se ha querido dar muchos aires con el comentario mental de la corredora que se ha cruzado ya que estaba en el tramo final del recorrido y empezaban a faltarle las fuerzas. Ha hecho un último esfuerzo para llegar hasta el semáforo que hay al lado de su casa y ha parado el reloj de pulsera: un poco más de 40 minutos de carrera, un poco más de 6 km, un poco más de 6 minutos por km. Lo normal para él. Ahora tendrá que esperar unos días antes de volver a correr para recuperarse de la agresión a su cuerpo que correr supone si no quiere lesionarse de las rodillas, tobillos, pies o de cualquier otra parte del cuerpo que no sabía que existía hasta que de repente, una vez el cuerpo está en reposo, salta la alarma y aparece la lesión.

La técnica de que el cuerpo asimile el esfuerzo físico que le supone correr le ha servido para seguir haciendo footing, más que correr César Castells hace footing. Las veces que ha intentando correr diariamente, como se puede deducir, César Castells se ha lesionado.

Bien, ha quedado claro, a César Castells le va el deporte, el deporte le va a tope, por lo menos es lo que él piensa, que hace deporte a tope. Desde fuera evidentemente, quien lo vea, pensará, seguramente, otra cosa.

Ahora César Castells camina en busca de un local donde comprar un casco para poder llevar bici eléctrica por las calles de Montreal. La bici eléctrica puede ser muy útil para ir por una ciudad como Montréal, que si bien no es San Francisco, tiene un par de desniveles de importancia, sobre todo el que hay para subir a la universidad, que está a los pies de MontRoyal, y el que hay para bajar al centro, a la zona de la Grande Bibliothèque. Si vas desde la universidad hasta la biblioteca nacional del Quebec no necesitas pedalear, ni la bici eléctrica, te dejas caer y llegas hasta la cinemateca, que es lo que ha hecho César Castells, se ha convertido en un rutina, casi todos los días durante las dos últimas semanas.

César Castells no tenía pensado que ir a la cinemateca se fuera a convertir en una rutina pero el martes de su primera semana de estancia, una amiga bibliotecaria le comentó que estaban haciendo un especial de Léa Pool, esa misma tarde, y sin pensarlo dos veces se pasó por allí para ver.

César Castells se encontró con que ese era el día de la presentación del ciclo y que estaba la propia Léa Pool, de la cual sinceramente, él no había oído hablar en la vida, para presentar el ciclo y aquella primera película, Strass Café, de 1980, 62 minutos de poesía visual (proyectable en el Festival La Cabina 😜) que para César Castells fueron reveladores a la hora de ampliar su mirada sobre la ciudad de Montreal.

Léa Pool, al acabar la película comentó que al llegar a Montréal, ella es inmigrante suiza, le había impresionado mucho el estado de “destrucción” de la ciudad, como si hubiera pasado por una guerra. Gran parte de la película, grabada con 6000 dólares de la época, retrata una ciudad postindustrial descadente, semi en ruinas.

César Castells camina por la calle Masson en busca de un local donde comprar un casco para la bici eléctrica y un paraguas. Viene de correr por un camino que hay cerca de su casa, un camino que acompaña las vías del tren, un camino flanqueado por edificios que parecen naves industriales, algunos están en ruinas, otros no. La lluvia empieza a calar su impermeable pero, qué mas da, piensa César Castells, solo es agua, cuando llegue a casa me daré un baño caliente. También piensa que ha sido una suerte dar con ese monográfico sobre la realizadora Léa Pool, cómo, ver sus películas, sobre todo las dos primeras, le ha cambiado la mirada sobre Montréal, otra capa más, otro prisma bajo el cual pasearse mientras escucha música en su móvil. Una ciudad dentro de una ciudad. Una ciudad que aparece o desparece según la mirada.

César Castells anda por el camino que hay cerca de su casa, el que acompaña las vías del tren, lleva puestos los cascos, escucha la música que metió en su móvil para su primer viaje a Canadá, en el 2018. Su casa está en un cruce de caminos de las calles Masson e Iberville. En el chaflán de bajo de su casa hay un karaoke, enfrente un parking y un McDonalds y un gorrión suele venir a posarse sobre la barandilla del balcon, pía mira hacia adentro y reemprende el vuelo. Mientras escucha la música va haciendo fotos a las naves industriales que flanquean el camino. La música convierte el paseo en un videoclip musical, los paseos con banda sonora se convierten en walkmovies, la ciudad se transforma en el escenario de una película musicada por el simple hecho de transitar desde su casa hasta el local al que César Castells se dirige. Un local de conciertos llamado Sala Rossa, en la Casa del Popolo.

César Castells ya estuvo en la Sala Rossa en su anterior visita. Fue a ver el concierto de Le Ren + Eve Parker Finley. Esta vez fue a ver el concierto de La Steppe. Ambos fueron conciertos a los que fue sin tener referencias previas de los grupos. Vio la publi de los conciertos escuchó alguna canción en las plataformas y pensó que valía la pena verlos en directo. En ninguna de las dos ocasiones César Castells salió defraudado de lo que vio y escuchó.

César Castells entra en la Sala Rossa sobre las 20h15, el concierto está anunciado para las 20h30 y no quiere llegar tarde. La Sala Rossa es una sala mítica de la escena independiente de Montreal. Es muy acogedora, suelo y paredes de madera, techos altos, con diseño de luces, una sala amplia en la que igual puedes ver conciertos tanto sentado como de pie, donde pueden llegar a caber unas 300 personas, como mucho.

Tiene el aspecto de un teatro con su caja escénica, un lugar bonito donde grabar conciertos para emitir en directo por televisión (o la red). Buena acústica, la barra detrás del público. En los laterales también hay asientos.

César Castells se sienta en tercera fila, después del festival que se metió el fin de semana antes de venirse a Montreal ha decidido dejar de beber por unos días, a ver si así le es posible regenerar los fluidos y tejidos esenciales para su existencia. Así que, no bebe nada. Espera. Bosteza. Observa a la gente a su alrededor. Intenta identificar a los músicos. Localiza a algunos de ellos, sobre todo al líder que delante de un par de personas con las que está hablando da un doble salto hacia atrás como si fuese un acróbata, sin miedo, sin vergüenza, sin prejuicios, consciente de que él es el centro de atención, deseoso de ser el centro de atención, asumir el liderazgo. Más adelante, durante el concierto, demostrará de sobra su liderazgo.

César Castells camina bajo la lluvia. Busca un local donde comprar un paraguas y un casco para poder subirse a una bici eléctrica sin correr el riesgo de ser multado. Para las bajadas no necesita la bici eléctrica pero, nunca mejor dicho, la salida de la cinemateca se le hace cuesta arriba. De camino a casa, César Castells tiene que subir el desnivel que hay entre el centro de la ciudad y el plateau. Ese desnivel se está convirtiendo en un puerto de montaña peor que el Tourmalet para Perico Delgado… (este lugar común está muy bien traído…). Lo ha subido ya unas cuantas veces y en unas cuantas ha estado a punto de echar el hígado. Necesita una bici eléctrica para subir esa cuesta infernal. Necesita el casco para poder subir a la bici eléctrica pero no lo encuentra. César Castells ha entrado ya en dos casas de empeño para ver si tenían algún casco, pero no. Aunque no quería, acabará yendo a Decathlon.

Enfrente de casa de César Castells, además de un parking y de un McDonalds hay una parada de bus. Por delante de su casa pasa el bus 94, que le lleva hasta las estación de metro de la línea azul, la cuatro. Es un trayecto que hace casi todos los días para ir a la facultad. La Universidad de Montreal. Si en el 2018, cuando visitó por primera vez la red de bibliotecas de Montreal, alguien le hubiese dicho a César Castells que iba acabar haciendo un proyecto de investigación para el departamento de biblioteconomía de la la Escuela de Bibliotecomía y Ciencias de la Información de la Universidad de Montreal, no hubiese sido capaz de creerlo. Pero lo cierto es que aquí está, mañana tras mañana cogiendo el bus y el metro para ir al despacho que le ha cedido su codirectora de tesis.

El año 2018, piensa César Castells, cuánto ha llovido desde que empezó todo esto. Este mes de junio hará cuatro años. Cuatro años de investigación, de reivindicación, de transformación, de transición, de transmutación. César Castells ha mutado, en estos cuatro años se ha estudiado hasta llegar a la médula del asunto, sabía que solo así podría parar, descansar, asimila lo que estaba sucediendo a su alrededor. Ahora, César Castells, ya sabe. Ha tomado conciencia. Conoce el funcionamiento detallado del sistema bibliotecario valenciano, el de su ciudad, el nacional y el de Montreal y algunas de sus ciudades limítrofes: Laval, Brossard, Repentigny (con la visita de esta semana, también la de Longueuil). Su codirectora de tesis le ha comentado que estaría bien empezar una línea de investigación de biblioteconomía internacional comparada, a César Castells la idea le ha parecido perfecta, no hay nada que le guste más a César Castells que salir de las rutinas locales para aprender de lo que se hace en el exterior para después poder aplicar los conocimientos adquiridos en los procedimientos locales. Si por él fuera todo trabajador público debería pasar entre tres y cinco años en el extranjero para conocer otras maneras proceder para poder promocionar. Movilidad laboral, geográfica e interinstitucional. Ampliar las expectativas laboras de los empleados y empleadas públicas.

César Castells camina bajo la lluvia por la calle Masson en busca de un casco para poder utilizar las bicis eléctricas públicas sin correr el riesgo de que le pongan una multa y un paraguas. Pasa por delante de una librería a la que entró la semana pasada. Necesitaba bolis y un cuaderno. César Castells ha traído tres cuadernos, uno para la tesis, de biblioteca tercer espacio e innovación ciudadana, uno para el proyecto de innovación ciudadana, Bibliotecas en transición, y otra para todo tipo de cuestiones literario-poético-reflexivo-narrativas. El cuaderno de innovación ciudadana se le estaba acabando, así que urgía encontrar una papelería donde poder comprar uno. Hay que puntualizar que a César Castells no le vale cualquier cuaderno, puede que esta sea una de las razones por la cual le gusta tanto la novela de Paul Auster La Noche del oráculo, él también piensa que los cuadernos son elementos disparadores de la narración que uno lleva dentro, igual que los bolis que uno utiliza para escribir en esos cuadernos.

César Castells entró en la papelería en busca de un cuaderno y unos bolis, creía que era una papelería pero antes de entrar leyó: librería independiente. Vale, perfecto, pensó César Castells, más razón para entrar. El señor que había tras el mostrador estaba comiendo y no le hizo mucho caso. César Castells sin preguntar buscó la ubicación de los cuadernos, cuando dió con ella preguntó: los cuadernos de páginas den blanco, dónde están. Están en la estantería de bajo, dijo el dueño de la tienda. César Castells se arrodilló y buscó los cuadernos de páginas blancas y sin rayas. No encontró lo que buscaban exactamente pero uno de los cuadernos era fabricación francesa, de tapa roja semiblanda, se acordó de la libreta de tapa azul de fabricación portuguesa del libro de Paul Auster y pensó que aquello era una señal, la llevó hasta el mostrador, buscó unos cuantos bolis y por alguna rázon, antes de pagar decidió echar un vistazo al contenido de esa librería independiente. La excusa que pensó fue la de buscar algún libro de Siri Hustvedt, quien una amiga de València, le había recomendado fervientemente. Buscó entre las estanterías, pero no encontró nada. Finalmente fue al mostrador y preguntó al librero. Éste salió de su mostrador y buscó justo en los estantes en los que César Castells había estado buscando. No encontró nada. Tenía una edición de bosillo, dijo, pero debo haberla vendido. Buscó también entre una selección de escritoras comprometidas que tenía al pie del mostrador a la vez que me dijo quizás este aquí porque escribió el libro La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, ¿no? César Castells asintió. No estaba. Mientras el librero buscaba, César Castells siguió mirando estanterías, hasta que sacó un libro titulado Falaises. La autora Virginie DeChamplain. La edición cuidada, modesta, elegante. La editorial La Peuplade. Subedición: Des Livres Phares. César Castells ya tenía todo lo que buscaba. A llegar al mostrador y dejar el libro, el librero, cambió de actitud, ya había evolucionado bastante desde que entró hasta que César le pidió el libro de Siri, pero con la selección del libro su carácter cambió radicalmente, dijo: ese libro se ha hecho famoso gracias al boca oreja, después de la pandemia todo el mundo venía a pedírmelo, sin grandes campañas publicitarias detrás, solo porque a la gente le gustaba y se lo iban diciendo unos a otros. Qué bien, respondí, pues lo he cogido porque me gusta comprar libros de editoriales independientes, comenté, sí, dijo esta es una editorial independiente que se está abriendo paso, las cosas ahora les van mucho mejor que antes, desde hace diez años, hay pequeñas editoriales que están logrando subsistir, esto antes era impensable. Sí, contestó César Castells, yo tengo algunos amigos libreros en Valencia y están vendiendo ahora más que nunca.

César Castells mira al librero. Es un hombre mayor. El hombre le cuenta que desde la pandemia abre de jueves a domingo, y de 11h a 19h, y que después se queda hasta las 2h o las 3h de la mañana haciendo trabajo de almacén e inventario (el trabajo secreto y real de los libreros, contabilidad libraria), y que lunes, martes y miércoles no quiere saber nada ni de libros ni de nadie, que se dedica al bricolage. Tampoco quiere contratar a nadie. Dice que está cansado de enseñar. César Castells lo mira y no puede dejar de imaginar que el librero le dice lo siguiente: pero sabes qué, estoy empezando a estar cansado, me hago mayor y empiezo a pensar en la retirada, qué haces tú, ¿a qué te dedicas?, ¿no te gustaría ser librero?, la calle Masson es concurrida y tengo hecha una buena clientela fija. No hace falta que sea un traspaso inmediato, a mí, si apareciera la persona adecuada, aún me quedaría un año, año y medio por delante. Tiempo suficiente para que te hagas con los trucos del negocio. ¿Cómo te llamas?, César, me llamo César Castells, yo me llamo Philippe, Philippe Leroux, ¿qué me dices?

César Castells camina bajo la lluvia. Los pasos que da son pesados. Pasos de paquidermo que dejan huellas profundas en el suelo mojado. El peso de sus pasos viene dado por todo lo que ha sucedido en su vida durante los últimos cuatro años. Cuatro años que han sido como un torbellino, que han sido como un cohete disparado hacia un punto fijo: Montreal. Y, ahora, de nuevo, aquí está. Sin embargo todo ha cambiado. Él ha cambiado. Ahora, César Castells, sabe demasiado, conoce demasiado bien su profesión, los profesionales, los usuarios, los políticos, los lobbies etc. En su cabeza existe un exhaustivo mapa del territorio bibliotecario con todos sus agentes y actores participantes, una verdadera visión global y de conjunto del funcionamiento de ese sistema. César Castells está a punto de acabar de dar la pirueta de 180 grados que inició cuando dio el primer salto en el año 2018. Un pirueta que decidió empezar a dar par huir del tedio, la resignación, la desesperanza y el olor a naftalina y a ácaros, de una rutina sin aspiraciones ni ganas de ampliar expectativas.

César Castells piensa en ese dicho que reza así: no hay peor jefe que uno mismo. Vaya que si es cierto, he sido el jefe más exigente que he tenido, piensa César Castells mientras camina bajo la lluvia en busca de un casco ciclista y de una paraguas. Levanta la mirada y ve el cartel de una cadena comercial quebequés donde suele haber de todo: Jean Coutu. Abre la puerta y recibe un flashazo que le deslumbra, con dificultad abre los ojos y apenas puede percibir como se entremezclan imágenes de naves postindustriales semiderruidas, músicos tocando en un sala con paredes y suelo de madera, cuerdas, vientos, que acompañan a un grupo dirigido por un joven prodigio con las uñas pintadas de negro que más que un músico de pop parece un director de orquesta, imágenes de una visita reciente a la biblioteca de Longueuil, una biblioteca construida por una gran arquitecta, con un gran presupuesto, con una voluntad de respetar energéticamente el medio ambiento, una gran biblioteca, un gran contenedor con grandes potencialidades, con necesidades en la formación de su personal para que salga de los despachos y de los mostradores para ir en busca de las necesidades de la comunidad, imágenes y más imágenes que se superponer, de las cataratas del Niágara, de una boda que nunca llego a validarse, de una Casa de la Innovación Social, de asociaciones, colectivos e iniciativas que captan el interés y el movimiento de la sociedad civil, que abren sus puertas para ponerse al servicio de las necesidades y las propuestas de la ciudadanía, imágenes de océanos que han perdido el 70% del plancton, de imágenes de la transición ecológica, de Rusia, blocando a Ucrania como un gato inmoviliza a un ratón, lamiéndolo y diciéndole: cuando todos esos que nos miran se vayan, estaremos solos tú y yo. Solos tú y yo. Imágenes y más imágenes de Léa Pool, de mesas de participación ciudadana, del propio César Castells subido en una bicicleta eléctrica sin casco, dejándose caer por la pendiente del MontRoyal hasta llegar a la BAnQ, imágenes de César Castells entrando en la red Comercial Jean Coutu, César Castells atraviesa ese umbral y oye como una dependienta le dice: qué desea. Quería un casco de bicicleta, responde César Castells, le mujer lo mira extrañada, aquí no tenemos cascos. Y paraguas, ¿tienen paraguas?, sí, en la entrada. César Castells se da la vuelta, quiere ir hacia la entrada a por el paraguas pero ve un stand con envases de jabón de varios colores, se acerca a ellos y coge uno de mango, lo deja por otro azul, de esencias del mar, en la estantería de al lado ve unos secadores de pelo, ve que hay algunos por 20 euros, se acuerda entonces de que no soporta no poder cortarse bien el pelo que le crece en las orejas y en la nariz—desde que leyó en el libro de Bárbara Blasco, Suerte, (¿o fue La memoria del alambre?) la comparación de estos pelos con los de una rata, no puede evitar pensar, cuando se mira en el espejo del cuarto de baño, que pelos de rata le salen de sus orejas y nariz— y que las tijeras que tiene no son suficientes. Vuelve a girarse, pregunta a la dependienta si en la tienda tienen algo para solucionar su problema con los pelos de rata, algo que no sea muy caro, la dependienta le da un aparatejo eléctrico que le solucionará el problema por 9 dolares. Bien, gracias, dice César Castells, que no puede evitar buscar alguna excusa más para comprar algo, lo que sea, y se pasea por los pasillos hasta que finalmente desiste va a la entrada, coge un paraguas y lo paga todo. Quiere bolsa, le pregunta la cajera, no, responde.

César Castells sale a la calle, sigue lloviendo. Aún está sudado. No hace tanto tiempo desde que corrió esos casi 7km en un poco más de 40 minutos. Abre el paraguas, la temperatura ambiental sigue siendo templada, lleva el envase de jabón de esencias del mar en la mano, en el bolsillo la maquinilla eléctrica.

César Castells camina bajo la lluvia, se para en el semáforo que ha delante de su casa, ese cruce de caminos entre las calles Masson e Iberville donde Robert Jonhson bien podría haber vendido su alma al diablo para convertirse en el mejor bluesman de todos los tiempos. El copiloto de un coche que como César Castells espera que el sémaforo cambien de color, se fija en el envase que César lleva en la mano, César mira como mira el envase que lleva cogido de la mano, un envase ovalado, com formad final de botella ancha, que más que un envase de jabón parece el contenedor de un licor exótico, algo que te puede poner muy castaña, el copiloto del coche le guiña el ojo a César Castells, César no entiende muy bien qué está pasando, el copiloto baja la ventanilla, le dice: monte on va faire la fête avec ça (sube vamos a montar un buena fiesta con eso), señalando el envase botella que César Castells lleva en la mano. ¿Esto?, contesta en francés, no, nada de fiesta es jabón, jabón con aroma a sales marinas, me voy a dar un baño bien caliente, voy mojado, hasta la médula, va te faire foutre (que te jodan), le grita el copiloto a la vez que el coche arranca. César Castells observa como el coche desparece, cruza, entra en su casa, enciende el grifo de la bañera, tira un poco del líquido azul, se desnuda y se mete.