César Castells, desaparece aquí.

César Castells mira por la ventana del despacho que le han dejado en la universidad de Aarhus, una liebre enorme campa a su anchas por el césped siempre mojado por las lluvias intermitentes pero persistentes. Él que viene del trabajo de campo, de teorizar a partir de la experiencia, no puede dejar de sorprenderse al constatar la existencia de la vida del investigador universitario, tan en su burbuja, tan metido en su mundo académico, analizando la realidad desde la irrealidad de una infraestructura creada ajena y alejada del mundo. El mundo a través de los datos, a través de lo que los demás dicen y piensan del mundo. Esto lo piensa César Castells desde la ignorancia, en realidad no tiene ni la más remota idea del funcionamiento de la investigación universitaria, y de alguna manera, él, prefiere que esto continúe así, ya pertenece a demasiados gremios.

Como la mente de César Castells es inquieta, no es un don más bien, a veces, se asemeja más a una maldición, la hiperconciencia puede acabar por ser una condena, por su cabeza, mientras ve la liebre, pasan otras ideas al mismo tiempo, por ejemplo, la idea de la autocensura en la escritura. La liebre salta y corretea líbremente por la hierba, si ha crecido tanto, supone César Castells, es porque por la calle adyacente no pasan muchos coches, la mayoría de los investigadores se desplazan en bicicleta. Ha nacido en un lugar tranquilo, la liebre. En Valencia, no hubiese podido existir. Nos autocensuramos por múltiples razones, la más importante, manejarnos diestramente en las convulsas relaciones personales para mantenernos a flote.

César Castells encerrado en su despacho, viendo la liebre juguetear por la hierba piensa en el método científico. Ese lugar en el que se empoderan los investigadores, donde obtienen la legitimación fundamental para recibir el sello de calidad y veracidad. Si no hubiera método ciéntifico, ¿dónde estaría la verdad? ¿Cómo se podría comprobar que lo que estamos escribiendo es verdad?

César Castells, a pesar de ser ateo, como el mafioso de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, piensa que hay un Dios para los niños, que explica le existencia de los ángeles, y un Dios para los adultos, que explica la del demonio. De la misma manera, hay una literatura para niños, y una literatura para adultos, una literatura que se atreve a explicar el infierno de la rutinaria vida adulta. Sí, sí, la tuya también, tú tampoco te escapas.

Así que, César Castells, para cerrar este viaje, en el amplio sentido de la palabra, ese viaje que empezó en el 2018, tiene que empezar a buscar tiempo y poner en limpio todo el trabajo de campo de los últimos años. Para que crean lo que dice, tiene que explicar que sus ideas surgen de una revisión bibliográfica exhaustiva, sí, pero también de un aprendizaje práctico sobre el terreno, y César Castells no está pensando únicamente en las casi treinta entrevistas que ha realizado a trabajadores y expertos en la biblioteca pública de la red de bibliotecas públicas de Montréal y Aarhus, sino también, y sobre todo, de los casos prácticos que ha puesto en marcha gracias al marco teórico y de reflexión, y a la plasmación de este marco teórico en un concreto práctico, un decálogo para transitar hacia la biblioteca pública del siglo XXI, que dislucidó en su primer artículo. El que escribió en el año 2020, poco después de empezar con la tesis.

César Castells sale del despacho y sube a por una taza de café. En esta universidad, desierta, debido a que en julio los investigadores, salvo algunas excepciones, huyen de aquí, se van de vacaciones, el café, además, es gratis. A escondidas se bebe un botecito de leche, le trae recuerdos de infancia, en Suiza, Lausanne, pero eso es otra historia, mientras el café gratis llena su taza.

El agua caliente cae y César Castells piensa que quizás la autocensura sea una manera de acotar el infierno en nuestra vida real, una estrategia para ahuyentar los malos espíritus. Pero lo cierto es que cuando entramos en una zona de turbulencias vitales es difícil girar la vista hacia otro lado y pensar que todo va bien. Porque todo no va bien. Y aquí llega la cuestión más importante en la autocensura, cómo vamos a describir nuestro dolor sin describir el dolor del “otro” y así ampliar ese dolor. Cualquiera de vosotros, sí, tú o tú, ¿serías capaces de decir lo que decís en privado si supieseis que una cámara os está grabando y que poco después, al subir la grabación a las redes, cualquier podría conocer vuestro verdadero yo?

En su primer artículo, César Castell, Claves para la transición de la biblioteca pública actual, decidió encontrar respuestas a las cuestiones que habían quedado en el aire durante la puesta en práctica del primer concreto de la biblioteca del siglo XXI en La Marina de València. De este primer prototipo, que se puso en marcha junto a un grupo aguerrido de Bibliotecàries Salvatges, en el año 2019, de esta experiencia práctica, César Castells sacó una serie de conclusiones que le sirvieron de punto de partida para escribir su anteriormente mencionado primer artículo: el mundo de la biblioteca pública necesitaba un instrumento para identificarse como tal en el siglo XXI, una barra de medir y un lugar donde poder mirarse para saber cómo transitar hacia el futuro.

Ese primer artículo fue un primer intento, un bruto, de asir la realidad, de apostar por una vía de investigación, que fuese consolidando su metodología conforme el propio investigador, César Castells, adquiriese más experiencia y conocimiento.

César Castells baja con el café en la mano, en el pasillo donde está su despacho hay una mesa donde todas las mañanas dejan una caja con fruta ecológica. Él que va siempre con una manzana encima, el doctor en casa, coge una pera y se la come. Las drogas, el sexo, la violencia, el posicionamiento político, ahí, es verdad, puede residir la autocensura. Si una pareja folla en la intimidad, si él penetra a su pareja, ella abierta de piernas en medio del sofá, es una acto privado y por lo tanto no es susceptible de censura, pero filmar o describir este acto será, según su nivel de explicitad, calificado de erótico o pornográfico. Por lo tanto la exposición pública es el origen de la censura. Censuramos aquello que nos agrede. Nos autocensuramos para no agredir a los demás, y para que los demás no nos agredan, nos juzguen, encasillen y tengan localizados nuestros pensamientos, nuestra forma de ser y nuestro ideario. Si alguna vez te has sentido clasificado, insultado, ninguneado o descalificado, es porque tu exposición pública ha tenido un efecto contrario al que seguramente habías deseado.

César Castells tira la pera a la papelera, nunca hubiera pensado que en estos países escandinavos fuera tan sencillo encontrar fruta y verdura fresca y con tanto sabor. Al abrir la puerta de su despacho piensa en que no hay mayor censura que la que nos imponemos cuando queremos escribir sobre nuestros propios problemas sentimentales, una vez más, cuando queremos escribir sobre nuestro propio dolor, sobre nuestra relación con las personas con las que tenemos un vínculo emocional, es cuando se cierne sobre nosotros la autocensura porque sabemos que, lo queramos o no, aunque nosotros expongamos nuestra propia visión, ellas tendrán la suya propia, y esa visión y percepción de la realidad, que es tan legítima como la nuestra, quedará silenciada por que nunca será escrita. No podemos aprovecharnos de la indefensión literaria del sujeto que por convivir con nosotros es origen de nuestro dolor, porque nosotros somos el origen del suyo, piensa César Castells.

En la desértica Universidad de Aarhus César Castells pone orden a las entrevistas que ha hecho. Ha sido un viaje muy productivo. Un viaje que le ha permitido tener una visión concreta del funcionamiento interno, del área de gestión de una biblioteca del siglo XXI que ha realizado la transición.

Hay varias cuestiones que han sido reveladoras en este viaje. La primera fue una pura cuestión de organización del espacio de trabajo del equipo de la biblioteca Dokk1: una gran sala llena de mesas, sin cubículos, todo abierto, con múltiples lugares que facilitan el diálogo, la reunión, la charla, el cotejo de ideas, el trabajo en grupo y el libre flujo de la información.

En este tipo de instituciones se percibe como un valor añadido que todos los trabajadores/as puedan tener acceso a todo lo que está pasando en la “casa”.

La liebre corre libre hacia el estanque de los patos, uno que no hay muy lejos de la entrada al centro de estudios donde está el despacho de César Castells. Un lugar idílico, el césped es verde, un poco más allá está la biblioteca universitaria. César Castells está aquí por que una amiga investigadora le facilitó el contacto para que la Universidad de Aarhus le invitara. Ella ha sido también la que le ha recomendado que visite la biblioteca universitaria. Cosa que ha hecho, como otros muchos consejos que ella le ha dado para disfrutar de la ciudad.

La autocensura y César Castells. Hablar de las relaciones sentimentales, hablar de nuestros vínculos emocionales, entrar en el terreno del dolor, de la incerteza, de las consecuencias de hacer público aquello que pertenece al ámbito de lo privado.

A César Castells le ha costado mucho tiempo entender que hay cosas underground que nunca deberían intentar ser mainstream, hay cuestiones que deben permanecer en el infierno y que son difícilmente explicables fuera de una marco de privacidad. Lo institucional no puede ni debe ser underground porque a diferencia de lo institucional, lo undeground no puede ni debe respetar aquello que es sagrado. Sin embargo, César Castells vive con un pie en cada espacio.

César Castells es un puente, un vaso comunicante entre dos espacios condenados a ser la cara y la cruz de una misma moneda.

César Castells, al pensar en esta situación, se le aparece la imagen del sol en constante combustión, el underground es como el hidrógeno para el sol, una vez que su fusión se detenga, el sol colapsará. Lo políticamente correcto de lo institucional necesita de la incorrección del underground para no colapsar. La potencia del mundo occidental estriba en ese difícil equilibrio entre la hegemonía de la ley y su propia transgresión.

A César Castells se le acaba el tiempo en Aarhus. Finalmente tiene que devolver la tarjeta que le permitía acceder al área de café gratis de la universidad, y la tarjeta de Dokk1 con la que podía entrar en el área de trabajo.

Ha sido una estancia muy valiosa. Un cierre a la altura de las expectativas de la investigación que inició en el año 2019.

Llaman a la puerta del “despacho de César Castells”, es su amiga investigadora, experta en Innovación Social. César le comenta su experiencia en Dokk1, las entrevistas que ha hecho, también las visitas que ha realizado a bibliotecas más pequeñas de la red de bibliotecas de la ciudad, como por ejemplo la de de Tranbjerg o la de Risskov

César Castells pensó que era importante realizar estas visitas cuando al entrevistar a Britta, la team leader del departamento de adultos de Dokk1, ésta le explicó que la predisposicón profesional al cambio del concepto de la biblioteca pública hoy no era una cuestión exclusiva de Dokk1, hay una voluntad de transformación en todas las bibliotecas públicas de Aarhus y de Dinamarca, contestó Britta, de la más grande a la más pequeña.

A César Castells le costó encontrar la biblioteca pública de Tranbjerg. El Google maps le llevó hasta un pequeño centro comercial, dio la vuelta al edificio en busca de alguna construcción que se asemejara a una biblioteca pero al no ver nada decidió preguntar. Un hombre que debía haber sufrido un ictus intentaba subir con su motomóvil a un espacio ajardinado. El hombre hizo una señal, bibliotek, por allí. Era la entrada trasera al centro comercial.

Al preguntarle por esta peculiaridad a la bibliotecaria, Kristine, ella le explicó que estaba muy contenta de que la biblioteca estuviese en el centro de las actividades cotidianas de la comunidad, que así, ir a la biblioteca se había convertido en parte de sus rutinas. Tanto era así que Kristine comentó que a veces la biblioteca estaba abierta aún sin tener personal para atenderla, no hacía falta, la propia comunidad cuidada, limpiaba y ordenaba la biblioteca cuando esto sucedía.

Esta entrevista con Kristine le hizo pensar a César Castells en la primera entrevista que tuvo con Randi en el Dokk1, en el GreenSpace, espacio que persigue la consecución de los objetivos de la agenda 2030, otro de los pilares de acción de la biblioteca pública de Aarhus. Randi le comentó que el centro de la biblioteca es la comunidad, y que para poner de relieve este concepto deberemos dejar en términos de índices de lectura. Ella trabaja especialmente con personas que tienen dificultades para acceder al saber a través de la lectura. Bingo. Un proceso de aprendizaje en una sociedad tan diversa no puede hoy en día estar basada únicamente en la lectura. La revolución de las bibliotecas es también la revolución en los métodos de aprendizaje, cada alumno necesita encontrar el método que mejor se adapte a sus capacidades y necesidades intelectuales, hacer, moverse, contemplar, reflexionar, son aptitudes importantes para aprender según qué cosas, las lectura, la escritura, la lectura son también importantes pero hemos de saber que si nos obcecamos en un solo camino estamos discriminando al resto de la gente que no se siente identificado con este método de aprendizaje. Aprender haciendo, aprender jugando, aprender compartiendo, hablando, construyendo colectivamente, comenta Randi, ese creo que es el futuro de las bibliotecas, por no hablar de la cuestión del mundo de la ciencia, entender la biología, la física, las matemáticas etc. Queda atrás esa visión bibliotecaria centrada en las humanidades, la biblioteca pública del siglo XXI debe explotar y abarcar en su práctica el amplio abanico que abarca el saber, de arriba a abajo y de derecha a izquierda.

César Castells, cada vez que escribe en abierto sobre sus experiencias, sabe que su opiniones, su visión de la vida, incluso su forma de escribir, tendrá consecuencias, en el futuro de su propia vida. César Castells puede entender que este puede ser un buen motivo para la autocensura. Escribir en abierto puede facilitar demasiada información a personas que hagan un mal uso de ésta. Por eso escribir, para César Castells es un acto de fé. Un acto medido de valentía. Si te pasas de frenada, te quedas con el culo al aire.

Escribimos nuestro futuro cuando escribimos en abierto. Escribimos nuestro final cuando escribimos tal y como pensamos, cuando confundimos lo institucional con el underground, en un mundo donde lo institucional juzga y condena y lo underground no hace prisioneros.

César Castells es un vaso comunicante, no es el único, hay más gente mirando directamente al sol, extrayendo información del underground para alimentar el perpetuo movimiento y evolución de lo institucional. Llaneras solitarias, que saltándose las leyes de la jerarquía deciden encontrar por su cuenta y riesgo la verdad, su propia verdad, a costa de su bolsillo, eso sí, sin billetes de avión, ni dietas pagadas. Estar en el underground bibliotecario tiene un precio. Ser un investigador independiente también. Ser un escritor independiente es ser un kamikaze.

César Castells sale de su despacho, esta reflexión le ha llevado a salir de su despacho. Como ha hecho otros días. Camina hacia el centro de la ciudad para despejarse. Llega al cruce de la calle Mejlgade con Sanky Olufs Gade. En el chaflán está le Bar-Tabak Ris Ras Filliongongong. Pide una cerveza grande Ris Ras, sale a la terraza, abre el libro de Bret Easton Ellis, Less than zero, y bebe y lee, bebe y lee. Bebe y lee.

César Castells, ahora, está en su despacho, aún no se ha ido a beberse la cerveza infinita al Ris Ras, aún está manteniendo una conversación con su amiga Investigadora. Su relación profesional con ella ha sido muy sucinta pero al mismo tiempo muy sustanciosa, digamos que, de alguna manera, hablar con ella le ha servido para poner orden en todo lo que estaba aprendiendo con las entrevistas que realizaba. César Castells le dice, mira, acaba de pasar una liebre, ella responde, sí, hay muchas, aquí son las amas, son grandes, comenta César Castells, enormes, responde ella, aquí no tienen predadores, y los investigadores solemos venir a trabajar en bicicleta, casi no pasan coches por esa calle y los patos, ya sabes, comen algas, o peces, no sé.

¿Has probado las peras que han dejado en el pasillo?, le pregunta su amiga, sí, están buenísimas, contesta César Castells, pues todos los días dejan algo de fruta, explica ella, fruta ecológica, y, a quién más has entrevistado, pues, contesta César Castells, entrevisté a Annette, de la biblioteca de Risskov, una pequeña biblioteca a las afueras de Aarhus donde han puesto en marcha un huerto colectivo. Qué interesante, comenta ella, sí, la verdad es que ha sido una entrevista de lo más provechosa, la bibliotecaria es especialista en trabajar con la juventud y ha conseguido que los jóvenes del barrio se implicaran en la construcción del huerto. Ella también me ha hablado del cambio de mentalidad que se produjo en el gremio bibliotecario a partir de, más o menos, el año 2010, a partir de ese año, los cargos superiores de las instituciones bibliotecarias recomendaban encarecidamente que las bibliotecarias asistieran a congresos y participaran en talleres donde se debatiera sobre el futuro de la biblioteca pública, y que, además, empezasen a pensar en la biblioteca como un lugar donde crear comunidad, que cuidara, en un amplio sentido de la palabra, de la comunidad y donde se empezase a trabajar con ella de tú a tú, y no de arriba a abajo, donde se les diera voz y poder de decisión. Esto es muy interesante, comenta la amiga de César Castells, y tanto, responde César Castells, aquí está la clave de todo el asunto, tenemos por un lado unos superiores, bibliotecarios profesionales, que, aún no se sabe exactamente por qué, hacia finales de los noventa, empiezan a viajar por el mundo y a visitar todo tipo de instituciones que trabajan con la comunidad. A partir de estos viajes concluyen que para que la biblioteca pública siga ocupando el lugar que le pertence van a tener que abrir sus mentes y pensar de una forma diferente a como lo hacían hasta la fecha. Estos superiores, bibliotecarios profesionales e institucionales, fueron dos visionarios que trabajaban en la antigua biblioteca pública de Aarhus, Kunt y Ralph, a los que acompañará un poco más tarde, Marie, la actual directora de Dokk1. Dos profesionales, visionarios y conocedores de los cambios a los que aspira la ciudad de Aarhus, que consiguen convencer a los políticos de lo importante que será para la proyección cultural, social e internacional de la ciudad tener una biblioteca pública tercer lugar, del siglo XXI, en el puerto, un eje neurálgico del futuro de la ciudad. Es aquí, le comenta César Castells a su amiga, donde empiezan a tomar forma las tres patas del cambio, y desde donde se puede entender que se produzca el cambio: lo político, lo profesional y la comunidad. En el caso de Aarhus se produjo la combinación perfecta, dos bibliotecarios visionarios, unos políticos receptivos y sensibles a la importancia de la existencia de la biblioteca pública en el futuro, y por último, pero no menos importante, una comunidad participativa dispuesta a defender la biblioteca, sea cual sea la definición que acabe enmarcándola, como un espacio público, gratuito, democrático y de acceso universal al conocimiento y a la creación colectiva.

Si César Castells no se censurase tendría que hablar abiertamente de su dolor, del dolor que le está produciendo su separación. De ese estar siempre marchando a contrapie, desacompasado, fuera de foco, fuera de juego, de lugar, en el espacio y el tiempo equivocado, buceando por un líquido inhóspito, reteniendo la respiración. César Castells está de nuevo en el Ris Ras, ha pedido otra cerveza y piensa que sin duda, se encuentra en una posición muy vulnerable, un lugar donde cualquier cosa, cualquier imprevisto, lo puede romper para siempre.

César Castells piensa en las voces actuales que oímos, y piensa en esas corrientes marinas que juntas consiguen la suficiente fuerza como para convertirse en una voz colectiva, y piensa, como es normal, en todos aquellos que se quedan fuera. Piensa en si realmente somos capaces de analizar lo que nos está pasando desde una perspectiva justa y subjetiva, o si por el contrario, no somos más que millones de ideas chillando y exponiendo nuestro propio interés y fracaso.

César Castells tiene dos opciones, o bien pensar que nunca tuvo suerte a la hora de buscar pareja, o bien, que tal y como pasa en el mundo de las bibliotecas, el mundo de las parejas están viviendo su propia transición hacia un nuevo paradigma.

Todos, piensa César Castells, sabemos, en nuestro foro interno, cuando una relación llega a su fin, cuando se apaga la llama de la atracción, ese fuego incondicional. Todos hemos acabado por comprender que tras ese fuego, lo que queda no es más que un contrato, un acuerdo, un compromiso que ya poco tiene que ver con el amor pasional y mucho con la estabilidad, el respeto, la admiración y la proyección de futuro. Un amor evolucionado, más cercano del cariño y del cuidado,del respeto… Cuidado que el underground está a punto de entrar en erupción.

Sí, se reafirma César Castells en sus pensamientos, pero, ¿qué pasa con el sexo? César Castells parece hacerle esta pregunta al dueño del Ris Ras y a su perro, un dueño que llega descalzo a su negocio, que se asemeja más a un pirata que a un tabernero, acompañado de un perro, un Haski. El perro se quiere sentar en la mesa donde está su amo y no para hasta que lo consigue. Una vez sentado, el camarero le saca un plato de comida. Es el perro del dueño, se nota.

César Castells saca su móvil y hace una foto. Lo underground no debería jamás formar parte de lo mainstream, piensa César Castells, el dueño del bar se le acerca y le pregunta, ¿qué piensas hacer con esa foto?, nada, responde César, es para mi uso personal, entonces está bien, responde el hombre, el haski a sus pies, lo sigue a todas partes. El sexo, piensa César Castells, se convierte en el underground de las parejas estables, hay que mantenerlo vivo aún a costa de morir de sobredosis de viagra.

La amiga de César Castells se despide y vuelve a su despacho. César Castells le da las gracias por todos los consejos e indicaciones que le ha dado. Ella ahora tiene que prepararlo todo para volver a España. Volver tras cuatro años viviendo en Aarhus junto a su pareja. Vas a necesitar mucha calma y fuerza y paciencia para acoplarte de nuevo a España, le comenta César Castells, así es, responde ella, si te pasas por Valencia estáis invitados a una paella, te ayudará a reinsertarte en tu país… Te tomo la palabra, responde ella. Así espero que sea, dice César Castells.

César Castells, mientras recoge sus cosas, sigue reflexionando en todo lo que ha aprendido en las últimas semanas gracias a las entrevistas que ha realizado: trabajar en equipo, por proyectos, realizar reuniones mensuales entre personas del mismo departamento, reuniones bimensuales entre bibliotecarias de la red de bibliotecas públicas de la ciudad de Aarhus y la “biblioteca pública central” DoKK1, movilidad laboral espacial, la gente que trabaja en las bibliotecas de la ciudad de Aarhus puede ir a DOkk1 o alguna de las otras bibliotecas de la red y viceversa si el proyecto lo requiere. Utilización del puro sentido común. Puesta en común, sin jerarquías, de ideas, ser abiertos de mentes, invitar a la reflexión, a la crítica, estar abiertos a fracasar en los proyectos para después extraer conclusiones para mejorarlos, “en esta biblioteca decía Astrid en su entrevista, nos está permitido probar cosas y fallar, hay una voluntad de que nos sintamos libres en el trabajo, una predisposición a que todo pueda suceder, ese respaldo por parte de tus superiores, que en realidad no son superiores sino más bien iguales que trabajan contigo por el bien de Dokk1, es todo un privilegio, un reto, una forma de trabajar que te hace sentir como parte de algo más grande, de un proyecto mayor que tú, pero que al mismo tiempo te vincula con él como si fuese propio, por que, al dejarte participar, al no estar guiado, al sentir que tu voz es escuchada sientes que estás construyendo algo importante para la sociedad”. César Castells, no es la primera vez que le pasa al realizar las entrevistas, tiene ganas de llorar, escuchar estas palabras, saber que existe un lugar al que llegar, saber que está siguiendo el camino correcto, que está siguiendo el camino de la verdad, el camino de la libertad, ese camino que como una liebre en un campus universitario conseguirá transformar la biblioteca del siglo XXI en una institución empoderada, una institución que será como un faro de verdadera libertad en un mundo salvaje e inmisericorde obsesionado con el comercio y la rentabilidad empresarial.

César Castells es un vaso comunicante. En Montréal pasa una noche de locura en el Ritz Café viendo a APTBS, y en Aarhus se hace amigo del dueño del Ris Ras. Venir de la nada. César Castells no puede dejar de pensar que viene de la nada. Que no tiene ni historia, ni cv, ni aspiraciones políticas, universitarias o literarias. Navega entre mundos que le parecen tan incompatibles como dependientes el uno del otro. Y por allí se mueve con comodidad siempre y cuando tenga algo que contar. Lo institucional sin irreverencia se convierte en dictadura, en fascismo, la izquierda no se libra de esta condena. Si el imperio de la ley fuese absoluto e invariable, seríamos robots, los tiempos cambian y las leyes empujadas por nuevos comportamientos sociales se han de adaptar. Lentamente, eso sí, el cambio en los comportamientos de las personas, como el crecimiento de las plantas, es lento. La ley del uso y la costumbre. Las bibliotecas, las relaciones de pareja, el modo en que nos relaciones con el entorno ha de cambiar, hemos de ser más sinceros con nosotros mismos, conocernos mejor, ser más conscientes de nuestras limitaciones, dejar de culpar al otro de nuestros problemas, pensar en que si algo está en nuestra mano es precisamente eso, nuestros propios problemas.

César Castells salió de casa rumbo a Montréal el verano del 2018 sin saber qué era lo que se iba a encontrar. Sin saber que aquello era el inicio de una gran aventura, de una gran cambio personal, profesional y vital. Y gracias a ese primer paso, César Castells está hoy aquí, en un autobús, dirección a Copenhaguen, con la sensación de tener toda la información que necesita para hacer una buena tesis. Atrás han quedado la red de bibliotecas de la ciudad de Montréal, Dokk1, su despacho en la Universidad de Aarhus.

Por el camino ha perdido su puesto de trabajo en la biblioteca pública de Valencia (al pedir una excedencia el trabajador pierde su plaza por mucho que se pague la autoformación profesional) y su pareja, que ahora es su amiga y con la que sigue viajando junto a sus hijos, con la esperanza de que sus hijos vivan el golpe de la separación siendo conscientes de que entre ellos existió algo tan importante como para que nacieran, y que harán todo lo posible por mantener la esencia de este vinculo de convivencia, aunque sea algunas semanas al año, aunque sea a costa de una fuerte perturbación sentimental. Al mismo tiempo César Castells se he encontrado con otras personas y proyectos que le han ayudado a avistar en el horizonte un halo de esperanza, profesional y sentimental. De las grietas vitales, mientras no se conviertan en desfiladeros, pueden surgir nuevos mundos, bosques y océanos.

César Castells desea que este viaje sea más un hasta luego que un adiós, por eso, recordando las horas y horas que dedicó al teatro, todo ese tiempo que utilizó para formarse como dramaturgo asistiendo a las clases de Paco Zarzoso, le gustaría despedirse con una anaganórisis final, que a continuación os presenta:

Ris Ras, Ris Ras, cerveza en el bar.

La liebre, grande, bien nutrida y de largas patas, recorre en llamas la biblioteca de Aarhus, Dokk1, toma a cada paso la información necesaria para definir como tal la biblioteca del siglo XXI, desde un punto de vista científico.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

Bajo el yugo del método científico César Castells danza al son de los cabellos ensortijados de la liebre en llamas, que determinado atrapa y amarra a un potro y, finalmente, la destripa.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

César Castells Lee en las vísceras de la liebre el futuro de las bibliotecas públicas, y el suyo propio, él se ha convertido en el loco de las bibliotecas, las bibliotecas se han convertido en espacios pertenecientes a la comunidad, y, para justificar estas ideas esotéricas, César Castells cita, bajo la norma de cita bibliográfica estilo Chicago, una retahíla de referencias bibliográficas que no harán más que verificar lo que que él viene diciendo desde el año 2018.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

La liebre en llamas y eviscerada reemprende el camino del centro de estudios universitarios de Aarhus donde se reencontrará con los patos que comen algas o peces, quizás junto a ellos decidan crear el ejercito de la custodia del saber en la biblioteca universitaria que corona el lago donde viven los patos pero para César Castells esta nueva misión llegará tarde, le pillará cansado, con el sentimiento claro de lo que ese ejército quiere hacer ahora es lo que deberían haber empezado a hacer cuando él dijo que había que empezar, y no ahora, que han pasado cinco años ya y ha ganado la extrema derecha en Valencia.

Ris Ras, Ris Ras, Cerveza en el bar.

Así que César Castells, la enorme liebre eviscerada y las bibliotecas públicas del siglo XXI, se van a tomar un a descanso merecido, aunque el sol colapse por la falta de combustión del hidrógeno, porque en la vida todos podemos pecar de ignorancia pero la arrogancia, no tiene perdón.

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