Votad por César Castells, ¡por favor!, ¡votad!, ¡votad!, ¡votad!, ¡VOTAD, MALDITOS!

Antes de salir de Valencia César Castells miró todos los días su buzón. Los plazos burocráticos le impedían apuntarse a la lista de votantes desde el extranjero del consulado de Copenhague (la fecha límite era el 24 de junio, él llegaba a Aarhus el 5 de julio) y al mismo tiempo le obligaban a pedir el voto por correo desde una residencia en España aún sabiendo que solo tenía los días 3 y 4 para poder recibirlo (el 5 de julio partía para Aarhus).

Ni el 3 ni el 4 llegaron sus votos a su casa, a pesar de haber especificado su partida a partir del 5 en el documento que rellenó.

César Castells mantuvo la esperanza hasta el final, pero el 5 de julio las papeletas con los votos no habían llegado a su casa.

Votad por César Castells, alguno o alguna de esas votantes progresistas, desencantadas/os que no pensaban votar, haced un esfuerzo y votad por él, si no queréis votar por vosotros, votad por él. Luego le podéis enviar un mensaje privado, César Castells, he votado por ti, y él os invitará a una cerveza, os dará las gracias infinitamente y así no perderá su voz.

Votad por César Castells, ¡Malditos!

César Castells al estar en esta situación piensa en todos los César Castells que habrá en el mundo. Potenciales votantes que quieren cambiar el signo de los resultados de la votaciones en España pero que no pueden votar. Piensa en ellos y en ese 40% de personas que no votan.

Son muchas personas las que no votan, piensa César Castells, el 40% del total de los/as votantes, es mucha gente, en números podríamos decir que son unos 8 millones de personas que no votan.

César Castells sale de su casa en Aarhus, como sabéis ha venido a salvar las bibliotecas públicas de la ciudad de València, llega hasta la parada de tren y piensa en esto, en la cantidad de gente que no vota y en que no votar tiene el efecto contrario al deseado, el de legitimar la realidad imperante, en lugar de evidenciar un descontento lacerante. Al lado de él se sienta una mujer con su hijo. El niño debe tener algun tipo de enfermedad nerviosa porque no para de moverse y expresarse con sonidos.

La mujer, cuando el niño grita para expresar algo que no se sabe muy bien lo que es, le habla con una dulzura extrema, tranquilizando en la medida de lo posible al niño con la voz.

Suben al metro César Castells, la mujer y el niño. El niño se sienta al lado de la ventana. El niño no dice nada en todo el viaje, el tren lo calma, el paso de la vida a través de la ventana del tren lo calma. A lo mejor por eso coge el tren la madre, piensa César Castells, para que el niño tenga una lugar donde reposar la mente.

César Castells, mientras, lee Less than zero, está en modo Bret Easton Ellis desde que leyó Destrozos y Blanco, y en cuanto se ha sacado el carnet de usuario visitante de la biblioteca Dokk1 de Aarhus ha ido directo a la sección de literatura en inglés y ha cogido el único libro que había del autor. Se lo leyó hace mucho tiempo pero, como tiene que hacer las entrevistas en inglés, le viene bien refrescar el idioma leyendo a alguien que le apasiona para desengrasar.

César Castells está tan enganchado a Bret Easton Ellis porque da una explicación lúcida y peculiar, en su libro Blanco, del fracaso reciente del proyecto progresista de futuro, justo cuando se tenía la sensación de que el partido estaba ganado. Porque quién hubiese pensado jamás que los EEUU iban a tener a un presidente Negro o que España iban a poder gobernar por fin en coalición los que perdieron la guerra civil, todos y cada uno de los perdedores.

César Castells suspira y sube las escalinatas que dan a la entrada de la biblioteca pública de Aarhus, Dokk1, una ciudad de 366.000 habitantes con una biblioteca que parece una descomunal arca de Noé del saber, una declaración de intenciones, hay ciudades que hubiesen puesto un centro comercial o un destructor o un transatlántico o un edifico de 200, 300, 500, 1000 metros de altura pero, esta ciudad relativamente pequeña, ha decidido poner una megabiblioteca en su puerto, de como máximo cinco o seis alturas, como tarjeta de presentación al mundo, y ahí es donde suspirando y reflexionando sobre la compleja situación política actual se dispone a entrar César Castells.

Ha habido un imprevisto efecto rebote, piensa César Castells, al dirigirse al baño, César Castells ha de tener controlada la ubicación de los baños, a pesar de su no tan avanzada edad, tiene la próstata sensible, o irritada. Un imprevisto efecto rebote que ha dejado a los progresistas descolocados y con el culo al aire, vendidos ante una casi improbable remontada.

No es la primera vez que le pasa a la humanidad, piensa César Castells mientras va hacia el segundo piso, hoy tiene su primera reunión, una entrevista con una de las mediadoras de la biblioteca, pasamos de la revolución obrera de principios de siglo a la revolución nacional sindicalista de la Segunda Guerra Mundial casi sin pestañear. Con los conocidos resultados de esta contienda. ¿Podría hoy en día pasar lo mismo?. se pregunta César Castells, volvamos a Bret Easton Ellis, concluye.

Bret Easton Ellis y las expectativas, rebajar las expectativas, piensa César Castells, toda la vida pensando que el PP es satán y ahora ¡HAY ALGO PEOR! Y ese ha sido el error del progresismo, inflar las expectativas, dar por sentado que el radicalismo ultraderechista humano no se atrevería a bajar bajar más peldaños después de Hiroshima, que había un límite que no iba a ser capaz de atravesar, que no iba a atreverse a volver a bajar los intocables peldaños sagrados de la destrucción de la humanidad y el sistema por la vía de los innombrables hornos de Auschwitz. Pero lo cierto es que se han atrevido, y ante esta bajada al infierno de la derecha, hemos perdido lo que siempre nos ha hecho realmente superiores a los conservadores: el sentido del humor. El saber reírnos de lo más sagrado. En cuanto el progresismo entró en el territorio de lo dogmático, de lo intocable, de lo sagrado, perdió la legitimidad y la gracia. Y en esto, Bret Eston Ellis tiene toda la razón.

César Castells no puede evitar sonreír al pensar que aunque parecía improbable, nos hemos vuelto a reencontrar con el hombre de las cavernas y que en vez de reírnos de él nos lo hemos tomado en serio. Comportándonos así, piensa César Castells, instalándonos en el dogma inquebrantable, hemos dado alas a ese ser cavernícola que ante el inminente fin de una era se aferra a las 3 únicas verdades que no dan de comer pero sí cobijo: blanco, católico y nacional. Y, además, en su letanía incendiaria y elemental, paradójicamente, se ríe de nosotros.

Ay, César Castells, con las expectativas que tenías puestas en el futuro de la humanidad, todo esa labor de investigación que estás haciendo sobre las bibliotecas del siglo XXI, y justo ahora que subes al segundo piso de ese arca del Noé del saber que los nórdicos, que antes no eran más que unos salvajes, que antes eran vikingos, han sabido hacer, justo ahora te das cuenta que la realidad te ha dejado fuera de juego adelantándote por la ultraderecha.

Entonces, ¿para qué?, César Castells, ¿para qué pides que alguien vote por ti?, porque amig@s, en algún país, debe existir la esperanza, por muy pequeña que sea, de frenar a la ultraderecha, debe quedar algún país desde el que se pueda reconstuir la resistencia y sobre todo un país donde podamos reírnos de él [el fascismo] pero más aún de nosotres mismes. Así que, por favor, votad, votad, votad, ¡VOTAD!, ¡MALDITOS!

Y si no votáis por César Catells, al menos votad por este:

Bret Easton Ellis os saluda. En las elecciones de los EE.UU que ganó Trump no votó.

Una respuesta to “Votad por César Castells, ¡por favor!, ¡votad!, ¡votad!, ¡votad!, ¡VOTAD, MALDITOS!”

  1. Pepa Osca Says:

    Votaré por César

Deja un comentario