El Átomo y la Mariposa (el bruto)

OQuien se dedica a escribiiiiiiiiiiiir, saaaaabe que un texto final no es más que el intento de refinar, sintetizar, concretar y compimir una idea, visión, sensación, sentimiento o situación disparadora de la escritura, del relato, de la narración.

A mí, esta experienca, me gusta verla como una especie de ejercicio de acorralamiento, de caza y captura, de ir empujando la manada de Mamuts hacia el precipicio hasta que uno de ellos cae, de pesca con red de arrastre, sacar toneladas de pescado y dar con la pieza específica que andas buscando, de tamizar la tierra de media montaña para sacar unos gramos de oro (desde que tengo tele he vuelto a hacer la siesta con La Fiebre del oro del canal DMAX), procedimientos, así expuestos, bastante toscos, neardentales y poco respetuosos con el medio ambiente.

Pero antes de ponerse a cazar, pescar o dinamitar una montaña, se tiene que dar el momento adecuado para ponerse a escribir.

Si una cosa he aprendido a lo largo de los años es que para plasmar como es debido una idea, esa idea debe pulular durante un tiempo por tu cabeza, a veces bastante tiempo, y que el tiempo, lejos de ser un freno a la más precisa expresión de tu idea, juega a su favor.

La idea del «relato» de El Átomo y la Mariposa, nace de una foto que me hice durante el mes de marzo de 2022. En ese momento por fin encuentro la necesidad y el motivo para sobredibujar con un átomo mi antiguo tatuaje, una mariposa que se había convertido en un borrón. Han pasado seis meses. Entretando me he hecho el tatuaje del átomo y solo a partir de finales de agosto me puse a tirar basura literaria, basura mental, basura psicológica, cazar, pescar, minar, de toda esa basura que rodea la escritura habla esta entrada.

Nadie puede subir una montaña, bueno, nadie debería, subir una montaña, emprender un viaje, o incluso, ir a IKEA, sin hacer un cálculo previo del coste temporal y físico –con todas las derivaciones que de ellos puedan surgir (dinero, salud, relaciones de pareja, cuidado de niños, dedicación a otras cosas etc.)–. Por que al final, lo que uno, antes de hacer nada, debe acabar por evaluar es: ¿cuánto me va a costar hacer esto bien? Dando lo mejor de lo que soy ahora mismo.

Encontrar el momento adecuado. Saber crearte el espacio y el lugar necesario para hacer las cosas bien. Emprender una ruta que sabes que va a ser costosa, llena de imprevistos, con cantidad de riesgos, tentaciones, deseos de ceder ante la condescendecia, la ocurrencia, la supuesta genialidad del automatismo, los atajos, el artificio y el efectismo. Solo uno mismo sabe hasta que punto se está engañando para conseguir según qué resultado.

Tiempo, espacio, contenido, forma y jugársela. Escribir para jugársela. Sin exposición, si cuando escribes no estás tirando piedras sobre tu propio tejado, dejando a la vista tu insignificancia, tu vulnerabilidad y la grieta por donde se va a colar tu propio autoboicot vital, no te dediques a la narrativa, dedícate a la crítica, a la investigación científica, a la biografía o al documental, porque nadie debería escribir para salvarse, sino, más bien, para inmolarse.

Llegado a este punto, me doy cuenta de que no, no voy a mostrar el bruto de El Átomo y la Mariposa, por que en realidad con este ejercicio estaba buscando una excusa para comentar algunas cosas que en el relato, por llevar su propio camino, era imposible comentar.

La primera de ellas no sale para nada en el relato aunque el relato está en deuda con ella ya que sin ella, a lo mejor no existiría o le hubiese costado más tiempo nacer: los libros que despiertan en nosotros el deseo de escribir. Libros que nos motivan, que nos invitan, que nos acoje, arrullan y motivan, que nos protegen y nos animan a volver, una vez más a sentarnos frente a un pantalla para convertir en material «concreto» algo abstracto.

Ese libro no es otro que: Libro de notas de Diego Alfonsín Rivero, Colección Interlocutor Cruel (dirigida por Kike Parra & Bárbara Blasoc), Ediciones Contrabando.

Rescato algunos apuntes de mi bruto:

El libro de notas De Diego Alfonsín Rivero ha abierto la cabeza de César Castells de par en par, gracias a él, ha recuperado su relación con el manantial del pensamiento. ¿Por qué pensamos?
Pensamos para darnos una razón.

Otro apunte:

“Tú también eres eso de lo que tratas de huir”, dice Diego Alfonsín Rivero en libro de notas.

Al leer el libro de Diego Alfonsín Rivero me di cuenta de que hay personas que leen con làpiz en la mano para más adelante justificar o reafirmar sus reflexiones a través de los pensamientos de otros.

Otro apunte:

La vida interior, el silencio y el desprecio, comenta Diego Alfonsón Rivero.

En el libro hay más pasajes subrayados. Ideas y reflexiones brillantes que, como más arriba explico, predieron la mecha para ponerme a vomitar todo aquello que sería el germen de El Átomo y la Mariposa.

Sí que menciono, muy de pasada, por eso quiero ampliar mi pequeño homenaje por aquí, a los muertos: Domingo Villar y Malcolm Scarpa.

De Domingo Villar escribí en este blog hace unos años, así que recupero aquella entrada: La playa de los ahogados. En el 2021 sacó El último barco, en el que ahondaba en su literatura negra de orfebrería. Se le notaba cansado. Escribir este último libro debió suponerle un esfuerzo enorme. Es un libro que parece uno de esos cuadros realistas, dibujados con lápiz, precisos hasta el último detalle.

De Malcolm Scarpa recupero esta canción:

Hace muchos años que me compré la discografía completa de Malcolm Scarpa en la discográfica Hall of Fame. Recupero otro pasaje del Libro de notas de Diego Alfonsín Rivero, quizás, al final, estas tres menciones estén más vinculadas de lo que parecía en un principio:

Releyendo mi bruto vuelvo a tener ganas de cortar y pegar más ideas, reflexiones, basura que quedó en el tinteror, pero me reprimo, me contengo, el exhibicionismo sentimental tiene un límite. Por lo menos hoy, para mí.

No quisiera cerrar esta entrada sin mencionar explícitamente a Clara de Luna, la artista que transformó mi mariposa en un átomo

Venga, va, voy a soltar un poco de basurilla del bruto, joer:

-Un átomo para tapar una mariposa, le dice César Castells al César Castells que se refleja en el espejo.

– Me gusta pensar que del átomo venimos, átomos somos y en átomos nos convertiremos, así que la respuesta es, más bien, que la mariposa vuelve al lugar de dónde surgió, para ganar en ubicuidad. Ya no le basta volar libre de un lado a otro. Se ha vuelto ambiciosa, quiere estar en varios lugares a la vez.

-¿Cómo dr. Manhattan en la serie de Watchmen?

-Eso es. Dr. Manhattan es un ser atómico, el tiempo y el espacio no existen para él, está en el pasado, en el presente y en el futuro al mismo tiempo, aquí, allí y acullá.

-¿Eso es lo que quieres?

-Eso es lo que quiero.

-A ver cómo te ha quedado el tatuaje.

-Mira: (Foto de César Castells con Mecha Rubia).

-Pero, aquí estás joven y no veo el átomo.

-Tienes razón perdona, esta foto es de cuando me hice el tatuaje en el puerto de Copenhaguen, en el verano del 97, mira, es ésta: (Foto del otro César Castells aún con el tatuaje del borrón).

-Yo ahí veo una mariposa, bueno, me la imagino, porque ya se ha convertido en un borrón.

-Sí, perdona, esta foto es del día que pensé: transformar mi mariposa en un átomo y así pasar de ser un hombre libre a un hombre atómico con el don de la ubicuidad espacio temporal como el doctor Manhattan.

-Te repites.

-Tienes razón, me repito. Ese mismo día también recordé esta frase que Louis Ferdinand Céline escribió en Viaje al final de la noche: Mi corazón, al calorcito, tras su verjita de costillas, conejo agitado, acurrucado, estúpido.

-Vale, vale, pero, ¿pones la foto del átomo o qué?

-Venga, voy: (Foto de César Castells con el Átomo).

-Pues te ha quedado bien. La verdad es que sí, una obra de arte de @clara_de_luna_tattoo_studio.

-Y, ¿qué tal?

-¿Qué tal qué?

-¿Ya lo notas?

-¿El qué?

– ¿Qué va ser?, la multiubicuidad.

– ¡Ah!, ¡eso!, no lo sé, solo sé que somos todo aquello que no ha pasado. Nos define lo sucedido, es cierto, pero más aún nos define aquello que pudo suceder y no sucedió.

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